Ascenso al Ávila

Ascenso al Ávila

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas- Venezuela.


Subo al Ávila, mi refugio y mi espejo,

con cada paso, el peso de mi patria en mis hombros,

la brisa acaricia mi rostro,

como un susurro de tiempos mejores.

Mis pensamientos, como las nubes,

se arremolinan en el cielo de mi mente,

buscando claridad en medio de la tormenta,

en un país que se desmorona bajo la represión.

El sendero es empinado,

como las luchas diarias de mi gente,

cada roca, cada raíz,

un recordatorio de la resistencia y la esperanza.

Desde la cima, el Ávila me observa,

con ojos antiguos y sabios,

no se deja engañar por promesas vacías,

ve la verdad en la decadencia que nos rodea.

El Ávila, testigo silencioso,

de un país que llora en silencio,

sus laderas guardan historias de lucha,

de un pueblo que no se rinde, que no se doblega.

En mi ascenso, encuentro fuerza,

en la naturaleza indomable,

en la belleza que persiste,

a pesar de la oscuridad que nos envuelve.

El Ávila me habla,

en el lenguaje de los vientos y las hojas,

me dice que la verdad siempre prevalece,

que la justicia, aunque tardía, llegará.

Desde lo alto, veo mi país,

herido pero no vencido,

y en mi corazón, una llama de esperanza,

que arde con la promesa de un nuevo amanecer.


LUCHA

Cada paso que doy, es una batalla,

contra el miedo que intenta sofocar mi voz,

en un país donde la verdad es peligrosa,

y la libertad, un sueño esquivo.

Mis manos, callosas de tanto luchar,

sostienen la esperanza como un faro,

en noches de incertidumbre y dolor,

donde la represión intenta apagar mi espíritu.

He visto amigos desaparecer en la oscuridad,

sus voces silenciadas por la injusticia,

pero en mi corazón, llevan la llama,

de una lucha que no se detiene, que no se rinde.

El Ávila, con su majestuosidad,

me recuerda que la resistencia es posible,

que en cada roca, en cada árbol,

hay una historia de valentía y perseverancia.

Subo, no solo por mí,

sino por aquellos que no pueden,

por los sueños rotos y las promesas incumplidas,

por un futuro donde la verdad y la justicia prevalezcan.

Desde la cima, veo mi país,

herido pero no vencido,

y en mi corazón, una llama de esperanza,

que arde con la promesa de un nuevo amanecer.




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