domingo, 21 de diciembre de 2014

UN CUENTO DE CAMINO.

UN CUENTO DE CAMINO.


Cuantos somos los escritores que abrimos un cuento con la frase “Había una vez” — dijeron varias historias, pues ¡podríamos dejar de escribir sin empezar con esta frase!, sería la persistencia de la apertura habitual… cierto es, que este enunciado constan de muchas semejanzas y con diferentes autores que han adaptando la fórmula en función de algunas variantes, por ejemplo: “En ese tiempo”, “Hace ya mucho, mucho tiempo”, “era una vez”, “había una vez” y todas las veces de las sucesiones posibles, para no entrar en tanta persistencia llega el etc.… Cuantas veces abrimos un relato de esa manera y narramos cuentos de ángeles que nos guardan en su dulce compañía y les pedimos que siempre nos acompañen en nuestro camino, ¡por supuesto! Se condiciona a la oración adaptada y empleada para dormir. ¿Qué no sabía? ¡No dormiría!, de tanto bostezo, un milagro repercuto al conocer un particular Ángel, que sin la apertura habitual de aquellas frases podría darle inicio a este cuento de camino.

En la tierra del crepusculario vive un muchacho con ojos de melcochas y rellenita fisionomía, su nombre Ángel, lo conocí acompañado de unas cuantas morenas de cuello largo y el culo chato, él me dijo: – a ellas les gorgorean la voz de la frescura eterna, con la sabrosa cebada envasada en tan flemática figura; Pensé: - por donde quiera hay que invocar a este guardián alegre, después de todo, es un Ángel que peregrina en el camino de nuestras verbenas, para el bien inmarchitable de los vetustos bebedores, él siempre asistirá con sus morenas bien frías, preciosas angelicales de auras plateadas y el pecho tatuado con la eminente fiera polar. En efecto, para invocar a este simpático Ángel no se necesitan de velas ni de oraciones, solo hay que ponerle un ballenato epicéntrico, lo verán como un colibrí enfiestado chupando de ese rico elixir pecaminoso, dándole confitura a su barriga en raudal, ese Ángel cuidará que los festines sean agradables, te proveerá de la más ricas cebadas y tomará de las tuyas sin piar. En aviso al rendís un tentempié con espumas abrirá, visorios burbujeos con glorias que apaciguaran a esos vaivenes escuetos o curvaturas celestiales, en pleno clan de abrirte las ganas de querer más y más, de esas bebidas espirituosas, pero… como buen custodio, él terminará con el descuido de ingerir tus cebadas paradisíacas, haciéndote creer que estas aprendiendo a tomarlas tan rápido de lo normal.
Para que este cuento de camino no termine con el pronóstico habitual del minimalismo que representa la contundente palabra “Fin” podría decirles, hay que ver que yo estaba allí y termine echándoles el cuento, ¿no lo pueden creer?, ni que fueran creyones, no hay nada habitual en este mundo de comitivas creencias, sino lo cuentas no beberás cervezas, por lo tanto, es mejor terminar hipeando su nombre y con esta facunda décima:

Es necesario beber,
con el Ángel que no se rinde,
a él le gusta que le brinde:
su panza le hace crecer,
sin pena de posponer,
al creyente cumplimiento
y sin ningún sufrimiento
se toma la otra que sobre,
levanta el ánimo al pobre
con sus chistes del momento.

¡Hip, hip, Ángel!


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas – Venezuela.

LA MALA COSTUMBRE

LA MALA COSTUMBRE


“No hay nada peor que dormirse en los laureles” frase qué, repentinamente formó nidos de chicharras en plena temporada de lluvia, tal vez, la herida inexcusable originada por los incontrolables pensamientos de aquella conversación, que al parecer, unos minutos antes, dejaron a Pedro en la necesidad de encubrirse entre sus encaprichados argumentos del fantástico mundo del mete cuento. La dama estaba esperando buenas noticias, pero cuando ella escuchó la voz de su amigo Pedro, como si tuviera un corbatín bien ajustado en su garganta, al decir: “trataré de” expresión tradicional de la archiconocida tierra del nunca jamás.
Las improcedentes mentadas de las fábulas de los cangrejos, crecieron constantemente en aquella paradójica conversación. ¿Cómo Pedro dice una cosa y termina haciendo otra? al final, su mirada quedó extraviada y en resumidas cuentas, su cangrejada fue la conjetura de lo que él quería hacerle creer, algo así, le paso a otro joven llamado Marcos, cuando se unió a esa conversación exacerbada, que sin saber lo sucedido quiso dársela de listo y dio su entrada triunfal al paradójico desastre de su inoficiosa cabeza, diciendo: ¡Prediquemos la vida del cangrejo! seguidamente, la dama le responde: - aún no se ha completado la sustentación de la mala costumbre. En consecuencia a su respuesta, Pedro se quedó sin tenazas, al ser descubierto con sus mentiras piadosas, ¡ni hablar de Marcos! cuando éste al recopilar toda la conversación dijo: – me estoy quedando sin batería. Otra prueba de la prosapia morbosidad de las especulaciones azarosas de las mentiras.
Más pías e incontrolables se formaron en las pupilas de la dama, cuando en su desesperación acudió a su amigo Omar, escribiéndole: – ¡hola! ¿Tienes guardado aquél mensaje de voz que te envié? Su amigo rápidamente le responde: – tengo tantas cosas guardadas que tuve que borrarla, me ocupaba mucho espacio en la memoria. Pues, al final toda mentira tarde o temprano va al retrete, la verdad sin pujo, si bien duele no mata. Como un comentario benevolente se anuncio repentinamente en los torrentes pensamientos de la dama y terminó su conversación diciendo: - Me he dormido en los preludios de mis propias creencias. Ahora sabemos “No hay nada peor en la vida que el mismo apendejamiento”.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas- Venezuela.

EL PINO Y LAS LUCIÉRNAGAS


He visto árboles enormes en los bosques pero nada como este pino, cuyas luciérnagas lo iluminaban en la oscuridad, era un momento tan especial ver como esas amigas luminosas formaban las fiestas, realmente eran tan inquietas que hacían reír aquel gran pino.
Un día, una de las luciérnagas atraída por una gran luz que en apariencia posaba en la copa del gran pino, voló magnetizada en dirección a la estrella, hasta que sus alas se debilitaron por el cansancio, la luciérnaga se derribó rápidamente en el aire y su amigo el pino tendió una de sus ramas para sostenerla, mientras que sus otras amigas lloraban inevitablemente de la risa al verla como quedó entre la rama de su buen amigo.
El gran pino al ver a las otras luciérnagas como se burlaban de su compañera sufrió una gran decepción, pero, sin importarle las burlas de las demás decidió cuidarla logrando que volara de nuevo, entonces observó que lo estaba haciendo muy bien hasta que la pequeña luciérnaga se alejó de su vista.
Al caer la noche, volvieron a salir las luciérnagas dando brillo al bosque, pero se dieron cuenta que el gran pino estaba silencioso con la mirada entristecida, preocupadas por su amigo el gran pino del bosque le preguntaron: ¿cuál era el motivo de su tristeza? y él, les recordó el mal comportamiento que adoptaron ante el accidente que sufrió su otra pequeña amiga y desde entonces no la ha vuelto a ver; las luciérnagas, quedaron apenadas por su mal comportamiento y salieron en la búsqueda de su amiga, de tanto volar cayeron exhausta al piso. El gran pino sin poder moverse para ayudarlas, desesperado, intento arrancar sus raíces para alcanzarlas siendo inútil su esfuerzo, llorando vio la estrella y con clamor le pidió ayuda e inesperadamente la estrella fue bajando del cielo dejándose caer lentamente en la copa del gran pino, su magnética luz, atrajo a la pequeña luciérnaga que se había perdido en el bosque, debido a las burlas de sus otras compañeras ante los ojos de su gran amigo. Ella, con mucha fortaleza aleteo sus alas llamando a sus otras compañeras logrando así reanimarlas, el gran pino se veía entusiasmado porque estaban juntos de nuevo, la estrella se quedo posando en la copa del pino haciéndoles recordar que en la unión esta la fuerza y la amistad prevalece sobre todas las circunstancias.
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas - Venezuela

¿QUÉ NO SE HA DICHO? ©

 ¿QUÉ NO SE HA DICHO? © Todos los derechos reservados Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares País: Venezuela Tema: Día Internacional contra...