UN CUENTO DE CAMINO.
En la tierra del crepusculario vive un muchacho con ojos de melcochas y rellenita fisionomía, su nombre Ángel, lo conocí acompañado de unas cuantas morenas de cuello largo y el culo chato, él me dijo: – a ellas les gorgorean la voz de la frescura eterna, con la sabrosa cebada envasada en tan flemática figura; Pensé: - por donde quiera hay que invocar a este guardián alegre, después de todo, es un Ángel que peregrina en el camino de nuestras verbenas, para el bien inmarchitable de los vetustos bebedores, él siempre asistirá con sus morenas bien frías, preciosas angelicales de auras plateadas y el pecho tatuado con la eminente fiera polar. En efecto, para invocar a este simpático Ángel no se necesitan de velas ni de oraciones, solo hay que ponerle un ballenato epicéntrico, lo verán como un colibrí enfiestado chupando de ese rico elixir pecaminoso, dándole confitura a su barriga en raudal, ese Ángel cuidará que los festines sean agradables, te proveerá de la más ricas cebadas y tomará de las tuyas sin piar. En aviso al rendís un tentempié con espumas abrirá, visorios burbujeos con glorias que apaciguaran a esos vaivenes escuetos o curvaturas celestiales, en pleno clan de abrirte las ganas de querer más y más, de esas bebidas espirituosas, pero… como buen custodio, él terminará con el descuido de ingerir tus cebadas paradisíacas, haciéndote creer que estas aprendiendo a tomarlas tan rápido de lo normal.
Para que este cuento de camino no termine con el pronóstico habitual del minimalismo que representa la contundente palabra “Fin” podría decirles, hay que ver que yo estaba allí y termine echándoles el cuento, ¿no lo pueden creer?, ni que fueran creyones, no hay nada habitual en este mundo de comitivas creencias, sino lo cuentas no beberás cervezas, por lo tanto, es mejor terminar hipeando su nombre y con esta facunda décima:
Es necesario beber,
con el Ángel que no se rinde,
a él le gusta que le brinde:
su panza le hace crecer,
sin pena de posponer,
al creyente cumplimiento
y sin ningún sufrimiento
se toma la otra que sobre,
levanta el ánimo al pobre
con sus chistes del momento.
¡Hip, hip, Ángel!
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas – Venezuela.