viernes, 26 de enero de 2018

La Princesa Y El Tigre

 La Princesa Y El Tigre


En un reino rodeado de montañas brumosas, vivía la princesa Amara, conocida por su corazón indomable y su misteriosa amistad con un tigre de ojos dorados. Desde niña, había encontrado al felino herido en el bosque y, en lugar de temerle, curó sus heridas. Lo llamó Kael, y con los años, forjaron un vínculo que desafiaba toda lógica. Mientras el pueblo murmuraba que el animal era un espíritu ancestral, el rey, temeroso, prohibió a su hija acercarse a la bestia.  

—Un tigre no es compañía para una princesa— le advirtió el monarca.  

—Él me entiende mejor que nadie— replicó Amara, firme.  

Una noche, un príncipe de un reino vecino llegó para pedir la mano de la princesa. Orgulloso, despreció las leyendas sobre Kael y, en un acto de arrogancia, retó al tigre a un duelo para probar su valor. El rey, ansioso por deshacerse del animal, aceptó.  

—Si el tigre vence, serás libre de elegir tu destino— declaró el rey a Amara. —Si pierde, te casarás sin protestar.  

La princesa, desgarrada, susurró al oído de Kael: No lo mates, pero tampoco permitas que me arrebate. El tigre rugió, comprendiendo.  

Al amanecer, la plaza se llenó de espectadores. El príncipe blandió su espada, confiado, mientras Kael lo observaba inmóvil. En un instante, el felino saltó, derribando al hombre con un zarpazo, pero deteniendo sus garras a un pelo de su garganta. El príncipe, temblando, huyó del reino.  

El rey, impresionado, reconoció su error:  

—El valor no está en dominar, sino en dominarse— musitó.  

Amara y Kael vagaron libres desde entonces, recordando al reino que la verdadera fuerza reside en la lealtad, no en el miedo. Y se dice que, en las noches de luna llena, sus rugidos aún resuenan como un canto a la libertad.  


Fin.

Autor Norma Cecilia Acosta Manzanares 




martes, 6 de junio de 2017

Refranes del Autor

 

El lobo viejo no mira al cielo; huele el viento y elige su suelo.


El río que nace murmullo, con paciencia se hace canto; no teme al camino largo, que lo guían las estrellas del manto.


Las estrellas riegan el jardín, pero solo florece quien lo labró al amanecer.


Pluma que el alma desprende, no cae al suelo; vuela en tinta y escribe sueños.


El espejo del alma no miente: quien se reconoce en su raíz, florece sin que el viento lo cuente.


Admirar la pluma que en otros arde con destello, no convierta la tuya en cristal de hielo.


El desierto no es tierra muerta: guarda versos bajo la arena; el poeta que aguarda la lluvia, bebe de su propia pena.


Si al poema ajeno llegas, no te vayas sin sembrar; que tu huella, hecha de esencia, en sus versos pueda florecer.


Autor Norma Cecilia Acosta Manzanares 

Todos los derechos reservados





jueves, 13 de abril de 2017

Besos Conjugados

 Título: Besos Conjugados.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Derechos Reservados del Autor.


Los besos son verbos de carne viva,  

sílabas que el tiempo nunca archiva:  

presente de raíces en la orilla,  

futuro que, en labios, germina.  


Tu boca es un verbo irregular,  

declinada en mis noches sin conjugar:  

—Yo te amo, tú me incendias, nosotros somos mar—,  

y el alma, entre las olas, pierde toda razón.  


Beso imperativo: "¡Vive en este instante!",  

condicional de sombras que se abren en cristal.  

Boca subjuntiva —ojalá fuéramos diamantes—,  

mordiendo el infinito con su forma mortal.  


¿Quién dicta la gramática de este amor sin nombre?  

No es el diccionario de la sangre ni del pan.  

Es el pretérito que se vuelve hombre,  

y el gerundio eterno de volvernos mar. 


domingo, 16 de octubre de 2016

MIS AMIGAS LAS VOCALES

 Juntemos las manos

hagamos un juego

usemos las vocales 

para seguir creciendo.


La A es un hada mágica

por eso la llamamos

abracadabra.


La E le gusta ayudar

a emprender la enseñanza 

con sus amigos de la infancia.


La I le gusta insistir

y toda su tarea es dirigir

sumando su punto arriba.


El doctor O es odontólogo

su deber es ayudar

mantener tu salud bucal.


El cucu marcó la hora

un bululú de niños juegan 

con la U al tobogán.


Y tus amigas las vocales

A, E, I, O, U

están felices como tú.


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

 


miércoles, 17 de agosto de 2016

JUGUEMOS A LA CASITA. UN CUENTO DE PRIMAVERA.

Título: Juguemos a la Casita

Subtitulo: La Primavera Siempre Cuida.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, 18 de agosto del 2016.


El pueblo se hundía en el verde intenso de los campos y el aroma dulzón de los tilos en flor. La primavera no solo llegaba; se instalaba en cada rincón con una voluptuosidad silenciosa. El sol tibio acariciaba las piedras de la calle, los pájaros tejían canciones en el aire y un zumbido lejano de abejas ponía la banda sonora a aquella paz. Hasta la luz parecía distinta, bañándolo todo con una claridad dorada que invitaba a la ensoñación. En ese escenario perfecto, la casita de madera junto al jardín esperaba, con sus ventanas como ojos curiosos y su puerta que crujía al abrirse, anunciando el comienzo de una nueva aventura.


Una tarde, Clara, una niña de seis años con ojos que todo lo preguntaban y una imaginación desbordante, llegó al lugar con sus amigos Lucas y Sofía. Clara llevaba una margarita en el bolsillo; Sofía, una muñeca de trapo; y Lucas, una caja de crayones de colores vivos.


—¿Jugamos a la casita? —propuso Clara, con esa voz dulce que parecía hacer suspirar el aire.

—¡Sí!—respondieron sus amigos con unanimidad, corriendo hacia la pequeña construcción.


Una vez dentro, el ritual comenzó.

—Yo seré la mamá—anunció Sofía, abrazando a su muñeca con mucha ternura.

—Yo seré el papá—dijo Lucas, acomodándose en una silla con aires de adulto.

—Y yo seré el bebé—exclamó Clara, riendo mientras gateaba por el suelo de madera.


La magia operó al instante. Sofía preparó banquetes imaginarios con hojas y pétalos, Lucas leyó en voz alta un libro imaginario y Clara fingió llantos de bebé que terminaban en carcajadas. La diversión era tan palpable como el calor del sol que se colaba por las ventanas. Fuera, el viento mecí­a las hojas de los árboles en un balanceo tranquilo, como queriendo sumarse al juego. De pronto, una sombra se recortó en la puerta. Era el señor Carlos, un vecino conocido por su barba canosa y su sombrero de ala ancha. Solía repartir caramelos en la plaza, pero ahora su sonrisa parecía diferente.


—Hola, niños. ¿A qué juegan? —preguntó con una voz que pretendía ser amable.

—A la casita—contestó Lucas, mirando de reojo a sus amigos.

—¿Puedo jugar con ustedes?—insistió el adulto, sin esperar una invitación.


Los niños intercambiaron miradas cargadas de duda, pero asintieron en un silencio incómodo. Carlos entró y su presencia pareció llenar todo el espacio disponible. Se sentó en una de las pequeñas sillas, que crujió bajo su peso.


—Juguemos a mamá y papá —propuso él, y su tono había perdido la amabilidad de siempre para volverse una caricia ronca y densa—. Yo seré el papá, y tú, Clara, la mamá. ¿Qué hacen mamá y papá cuando los niños se duermen?


La pregunta cortó el aire como un cuchillo afiladísimo. Un silencio espeso se apoderó de la habitación. Clara sintió un frío súbito que le recorrió la espalda. A su lado, Lucas dejó el crayón sobre la mesa con un gesto seco. Ya no miraba su libro imaginario; su mirada se clavó en el suelo, y sus dedos comenzaron a tamborilear sobre la mesa con un ritmo nervioso. Sofía, por su parte, apretó la muñeca contra su pecho con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Su sonrisa se había desdibujado, convertida en una línea tensa. El juego había perdido su magia. La casita, que siempre fue un refugio, de pronto se sentía pequeña y encerrada.


Fue entonces cuando la brisa entró por la ventana. Pero no era una caricia cualquiera. Esta vez traía consigo el aroma embriagador y salvaje del jazmín, un olor tan intenso y vital que contrastaba brutalmente con la opresión que se respiraba dentro. Le acarició la nuca a Clara, y le pareció oír un susurro no en palabras, sino en sensaciones: "Aquí afuera está la vida. Aquí afuera estás a salvo". Era la primavera, recordándole su lugar, su derecho a la luz.


—No quiero jugar eso —dijo Clara, y su voz, aunque baja, sonó con una claridad absoluta en el silencio.


Al levantarse, Lucas y Sofía la miraron. No fue una mirada de sorpresa, sino de alivio inmediato, como si ella hubiera dado voz al malestar que ambos sentían pero no se atrevían a nombrar. Se levantaron todos a la vez, una manada instintiva que seguía a quien había encontrado la salida. Salir al jardín fue como romper una burbuja de aire viciado. La luz del sol, ahora más baja y dorada, les dio de lleno en la cara. El canto de los pájaros, que antes era un fondo lejano, sonó estridente y liberador. El mundo exterior no era solo un escenario; era la prueba de que la normalidad, la seguridad, seguían ahí.


Clara respiró hondo, llenando sus pulmones del aire limpio. Sabí­a, con una certeza que le nacía de las entrañas, que había hecho lo correcto.


Esa misma tarde, mientras su madre amasaba la masa para las arepas en la cocina, Clara se acercó y se lo contó. No con temor, sino con la confianza de quien ha escuchado su voz interior y ha descubierto que funciona. Su madre dejó de amasar, se limpió las manos en el delantal y la escuchó con una atención absoluta, sin interrumpirla. Cuando Clara terminó, su madre la abrazó con una fuerza que transmitía orgullo y alivio.


—Tu cuerpo es solo tuyo, Clara —le dijo, mirándola a los ojos—. Si algo o alguien te hace sentir incómoda, tienes derecho a decir 'no'. Siempre. Y debes contármelo. Estoy muy, muy orgullosa de ti.


—Sentí algo raro aquí —dijo Clara, señalando su estómago—. Como un susto, pero sin miedo.


—Eso es tu intuición, hija. Es la voz más sabia que tienes. Nunca, nunca la ignores.


Al día siguiente, los tres niños volvieron al jardín. Pero esta vez no entraron en la casita. Extendieron una manta a cuadros sobre el césped, que aún conservaba el frescor del rocío matinal.


—Hoy jugamos a los exploradores —anunció Lucas, con renovado entusiasmo.

—¡Sí!—agregó Sofía—. Yo seré la cartógrafa que dibuja los mapas de los mundos nuevos.

—Y yo seré la que escucha los secretos de las flores—dijo Clara.


Mientras inventaban historias sobre árboles parlantes y ríos de miel, Clara sonrió para sí­ misma. Habí­a aprendido una lección más valiosa que cualquier regla de juego: su voz era su escudo, y su intuición, la mejor aliada. La primavera, en efecto, siempre cuida, pero la protección más poderosa nace de dentro.


Esa noche, antes de dormir, Clara abrió su cuaderno y dibujó con cuidado una flor de jazmín, de pétalos blancos y un centro amarillo intenso. Abajo, con su letra más firme, escribió: "La primavera siempre cuida. Y mi voz también".


Cerró el cuaderno y se durmió en paz. Porque había comprendido que la primavera no solo estaba en los jardines, sino también en las decisiones valientes, en las palabras que protegen y en el coraje de las niñas que saben que su voz vale.


sábado, 16 de julio de 2016

Lejos De La Estupidez

 Lejos de la Estupidez. 


Preguntarán a dónde voy,

escuchando mi alma herida,

puedo decir, lejos de la estupidez.


Lo único malo que hice,

fue entregarle todo mi amor,

en el castillo movedizo que me construyó,

un refugio de ilusiones que se desmoronó.


Sí, soy culpable les aseguro,

pero de esta no volveré,

por su torpe puño acabó con mi ser,

y en las ruinas, renaceré.



Autor Norma Cecilia Acosta Manzanares 


domingo, 3 de abril de 2016

HAIKUS

Con dulce néctar:
el frenesí se prende,
la flor del campo.

Las Mariposas:
Palpitan con sus alas
en mi estomago.

Enardecida
la astilla del vergel,
se brota el alba.

Veo en mis ojos
Ese pecho desnudo
! Será esperanza ¡

Brota el almíbar
En tu tierno pistilo,
Mientras te pienso

La vulva aumenta
Su sed y presumida
Brota el almíbar.

Palpa la lengua
con un roce ligero,
Al tierno falo.

Entre tu pecho:
Pintare con mis dedos
la bella luna.

El monte fértil:
Crece con azahares
de grandes sabios.

Me perpetúas
Con el hilo de un verso,
Tú clara savia.

Flores del templo
En un jarrón sagrado,
Agua estancada.

La flor abierta
Estallido sublime
Tu cuerpo gime.

En un estanque:
Un flujo va corriendo,
Son renacuajos.

La primavera:
Derrama sus caricias
Entre mis manos.

Gemido intenso
En las sendas estrechas
El volcán arde.  

Fotografía:
Átomos recibidos
del celular.

Al observarte:
Siento la luz del sol
Quemar mi vientre.

Cae la lluvia
en la copa del cielo,
el Ávila canta.


Autora: Norma Acosta

CORRE


Ve y corre, si miras atrás, 
al cazador encontrarás, 
escapa del tigre enemigo, 
que a ti siempre te ha perseguido.

De pronto tú le has servido, 
de presa al instinto animal, 
no estará desapercibido, 
hasta que salgas de su mal.

Corre amiga que ya te atrapa, 
Vete no vuelvas a su trampa, 
eres la presa que el acecha, 
está cerca a tu vida se echa.

El cordero ya no se presta, 
si logras escaparte de esta, 
reponte ya y camina erguida, 
así no te verán destruida.

Norma C. Acosta M.
Caracas - Venezuela.

EL ORGULLO Y LA ROSA



El ORGULLO Y LA ROSA.


Cuando el dormir es orgullo, 
o ligero por la ausencia, 
su nombre es el murmullo, 
en sus labios la carencia.

Boca dormida y sonriente, 
¿Qué aprietas entre dientes? 
¡Rompe ya, ese cruel silencio! 
que despierta con vacío.

En su jardín es hermosa, 
los pétalos están vivos, 
como sus labios rojos.

A pesar de los abrojos, 
entre espinas es rosa,
la flor más caprichosa.

Ella lo espera en el jardín y él con su orgullo sin fin.

Autor: Norma Cecilia Acosta manzanares.


Arreglo de NormaCeciliaAcostaManzanares:

Cuando el dormir es orgullo,
o ligero por la ausencia,
su nombre es el murmullo,
en sus labios la carencia.

Boca dormida y sonriente,
¿Que aprietas entre dientes?
¡Rompe ya, ese cruel silencio!,
que despierta con vacío.

En su jardín es hermosa,
los pétalos están vivos,
como sus labios rojos.

A pesar de los abrojos,
entre espinas es rosa,
la flor más caprichosa.
Ella lo espera en el jardín
Y el con su orgullo sin fin.

Entre la dulce fragancia,
late una intensa añoranza,

En su jardín es hermosa,
los pétalos están vivos,
como sus labios rojos.

En su jardín es hermosa,
los pétalos están vivos,
como sus labios rojos.

A XIHEN CASADIEGO Y A SU OBRA "TROVA EN TU PIEL"

Tanto tiempo,  razón o sin él,
Yo aquí me cruzo de nuevo,
Leyendo tus versos de miel.

Es ese tono que indiviso,
dibujado por su fino aliento
como los confetis en el paraíso,
con extractos que consiento.

Conciertos con vibraciones,
van Agitando el corazón,
de quien lee con razón
tus hermosas canciones.

Tejen mis pupilas extasiadas
por las cuadras, consonantes
como luminosas luces de  hadas,
amando a tus musas donantes.

El océano al garzo eleva
por la costa apreciada,
al son de la marejada,
me aviva como una jeva.

La flor del cielo abre el día
roza la uva con soltura,
la luna siempre le porfía
amor eterno con altura.


Es cierto,

Somos los hijos del verso
Que el magno del verbo nos dio
Le cantamos sin reverso
Ya que él nos atendió.

Tan sublime regalía
del poeta Xihen que ha catado
a sus musas con valía,
nos confiesa con agrado.

Reitero,

Tus estrofas me estimulan
haces sonar la diana
la luna y el sol tripulan
tus versos hasta el nirvana.

Así como los amantes
de la rima con encanto
mis labios hablan tu canto
son bellos y destellantes.

Soñador fiel con agrado,
abordo tu cerúleo plasma
con versos bien encajados,
resultado que me entusiasma.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Mis agradecimientos al poeta XIHEN  CASADIEGO y a su obra "TROVA EN TU PIEL"

JEVA: Es común en el argot urbano caraqueño y su significado es: Mujer; Chica; Novia; Pareja.

AJENO A MI








No pensé que me pasara, 
pero me he enamorado, 
el destino me lo aclara, 
es el hombre equivocado.

Yo le he brindado mi esencia, 
a la luz de la luna llena, 
pero a cambio mi condena, 
es su perfume de ausencia.

Ingenua yo que le ansío, 
mi piel grita su carencia, 
ruego a Dios por su presencia.

Por esas noches de frío, 
que vivo solo por ti, 
porque eres ajeno a mí.


AUTORA: NORMA CECILIA ACOSTA MANZANARES.
CARACAS - VENEZUELA.

Publicado en : https://sociedadvenezolana.ning.com/profiles/blogs/ajeno-a-mi


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