La Princesa Y El Tigre
La Princesa Y El Tigre
En un reino rodeado de montañas brumosas, vivía la princesa Amara, conocida por su corazón indomable y su misteriosa amistad con un tigre de ojos dorados. Desde niña, había encontrado al felino herido en el bosque y, en lugar de temerle, curó sus heridas. Lo llamó Kael, y con los años, forjaron un vínculo que desafiaba toda lógica. Mientras el pueblo murmuraba que el animal era un espíritu ancestral, el rey, temeroso, prohibió a su hija acercarse a la bestia.
—Un tigre no es compañía para una princesa— le advirtió el monarca.
—Él me entiende mejor que nadie— replicó Amara, firme.
Una noche, un príncipe de un reino vecino llegó para pedir la mano de la princesa. Orgulloso, despreció las leyendas sobre Kael y, en un acto de arrogancia, retó al tigre a un duelo para probar su valor. El rey, ansioso por deshacerse del animal, aceptó.
—Si el tigre vence, serás libre de elegir tu destino— declaró el rey a Amara. —Si pierde, te casarás sin protestar.
La princesa, desgarrada, susurró al oído de Kael: No lo mates, pero tampoco permitas que me arrebate. El tigre rugió, comprendiendo.
Al amanecer, la plaza se llenó de espectadores. El príncipe blandió su espada, confiado, mientras Kael lo observaba inmóvil. En un instante, el felino saltó, derribando al hombre con un zarpazo, pero deteniendo sus garras a un pelo de su garganta. El príncipe, temblando, huyó del reino.
El rey, impresionado, reconoció su error:
—El valor no está en dominar, sino en dominarse— musitó.
Amara y Kael vagaron libres desde entonces, recordando al reino que la verdadera fuerza reside en la lealtad, no en el miedo. Y se dice que, en las noches de luna llena, sus rugidos aún resuenan como un canto a la libertad.
Fin.
Autor Norma Cecilia Acosta Manzanares
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