Mis Ojos, Mi Mirada, Mi Desafío
Mis Ojos, Mi Mirada, Mi Desafío
Emerjo de la penumbra, no como fugitiva, sino como soberana. Mi manto no es luto, sino piel de noche tejida con hilos de estrellas antiguas. Las gafas oscuras que cubren mis ojos no son ceguera, sino un pacto: veo lo que ustedes temen mirar. Mis pupilas, cálices vacíos, guardan la memoria de diosas desterradas.
Avanzo. Mis pasos no huyen, dibujan. La tierra susurra mapas olvidados bajo mis pies descalzos. A mi lado, el gato—su lomo arqueado es un puente entre el aullido del viento y el silencio de los astros—. Sus ojos, espejos lunares, reflejan no la luz, sino el vacío que la precede. Él no me sigue: somos la misma sombra bifurcada.
Alzo un dedo, sí, pero no es amenaza. Es un conjuro. En la yema, brillan siglos de mujeres que mordieron la manzana del secreto y escupieron semillas de acero. Mi sonrisa, apenas un pliegue en el mármol de mi rostro, es un jeroglífico que nadie descifrará.
La bruma no me envuelve: soy yo quien la exhala. Cada partícula de niebla lleva grabado un nombre de mi linaje: Lilith, Medea, las que caminaron en llamas y parieron cenizas con ojos de loba. El tiempo se dobla ante mí, no por obediencia, sino por complicidad.
El gato ronronea. Su sonido no es vibración, sino lenguaje. Habla de bosques que crecen bajo la piel, de ríos que fluyen en dirección a la muerte. Sus bigotes rozan mi tobillo: un código, una promesa. Nosotras no tememos a la oscuridad: somos su arquitectura.
Y cuando la luna clava sus dientes de plata en el horizonte, mis gafas caen. No hay ojos bajo ellas, sino dos abismos que devoran espejos. El mundo retrocede. Yo sonrío, dueña de un reino que no se nombra, guardiana de un fuego que arde sin consumirse.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos Reservados de Autor.
Comentarios