A MI TÍA PILI

 MI NIÑA TE ESCRIBE 

A MI TÍA PILI.

En mis memorias, donde las letras danzan como hojas al viento, se encuentra mi tía Pili, la maestra que iluminó mi camino hacia el lenguaje. Su mesa redonda, un refugio de sabiduría, era el escenario donde cada palabra cobraba vida, y yo, una niña curiosa, me sentaba con los ojos llenos de asombro.

Con una paciencia infinita, ella desnudaba el misterio de las palabras, enseñándome que en cada sinónimo y antónimo se escondía un universo por descubrir. Recuerdo su voz suave, como un susurro que acariciaba mis pensamientos, llevándome a explorar la magia de la hipérbole, donde la realidad se transformaba en poesía.

Ella entendía mi silencio, ese que a veces parecía un abismo, y con su amor logró acercarse a mi mundo interior. Con cada lección, me enseñó a plasmar mis emociones en un cuaderno, a dar forma a mis pensamientos, a entender que mi déficit de atención no era una limitación, sino una oportunidad para ver el mundo desde perspectivas únicas.

Hoy, al mirar la foto de mi tía Pili, sonriente y llena de vida, siento que su legado sigue vivo en mí. Cada palabra que escribo es un homenaje a su dedicación, a su capacidad de ver más allá de lo evidente y a su creencia en el poder transformador del lenguaje. Ella fue la brújula que me guió en el vasto océano de las letras, y por siempre le estaré agradecida.

Y así, en este viaje de palabras, surge la figura de mi niña, un reflejo de esa curiosidad que mi tía cultivó en mí. Ella florece como una mariposa de colores vibrantes, su risa un canto de pájaros al amanecer, una melodía que despierta la alegría en cada rincón. Su curiosidad, un río caudaloso, fluye sin cesar, arrastrando preguntas que brotan como flores silvestres, ansiosas por ser respondidas.

Es un alma inquieta, un torbellino de energía que danza entre los sueños y la realidad. Su imaginación, un vasto océano, navega en barcos de papel, surcando mares de fantasía donde los dragones son amigos y las estrellas sus cómplices. En su mente, cada historia es un universo en expansión, donde las palabras son constelaciones que iluminan su camino.

Su corazón, un faro resplandeciente, irradia bondad y ternura. Con una mirada, puede transformar la tristeza en esperanza, como el sol que acaricia la tierra después de la tormenta. Es una exploradora de emociones, capaz de sentir la brisa suave de la felicidad y el peso de la melancolía, todo con la misma intensidad.

A veces, su espíritu es un volcán en erupción, lleno de pasiones que brotan como lava ardiente, desbordando creatividad y entusiasmo. Su risa contagiosa, un eco de alegría, se convierte en un abrazo cálido que envuelve a quienes la rodean, dejando una estela de luz en el aire.

Y aunque a veces su mente vuela como un pájaro libre, distraída por los destellos del mundo, en su interior guarda un profundo océano de reflexión. Cada pensamiento es una perla, brillante y única, que ella cultiva con cuidado, transformando su déficit de atención en una danza de ideas que fluyen como un río de colores.

Así, en este lienzo de recuerdos y emociones, mi niña se convierte en un poema en movimiento, una obra de arte viviente que nos recuerda que la vida es un vasto universo lleno de posibilidades, esperando ser explorado con la misma pasión que mi tía Pili me enseñó a abrazar.


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

12 de Octubre del 2024.


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