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Mostrando entradas de 2018

NOVENA A LA PROTECCIÓN DIVINA. "ENEASÍLABOS"

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Soy Norma Cecilia Acosta Manzanares, creadora de los noveneasílabos 1. Así nació esta forma poética.   Mi voz brotó de la tradición y la sed espiritual. Quise unir el ritmo de las novenas —nueve días de oración— con la música secreta de los números. Nueve estrofas, nueve versos, nueve sílabas: una tríada sagrada que refleja la perfección de lo divino. No fue solo métrica… fue un acto de fe convertido en arte. 2. La estructura: mi diálogo con Dios.   Cada estrofa es un altar. Comienza con una “redondilla” (ABBA), como los cuatro puntos cardinales que abarcan mi súplica. Luego, la “quintilla” (CDCCD) se eleva, cinco versos que son los dedos de una mano extendida hacia el cielo. Juntos, forman nueve pasos, nueve latidos… “como las nueve horas que Cristo agonizó en la cruz”. 3. Por qué el eneasílabo.  El verso de nueve sílabas tiene el compás de un corazón en calma. No es el tambor del octosílabo ni el susurro del heptasílabo… es el ritmo de quien camina y ora al mi...

Lluvia Íntima

 Lluvia Íntima  La tarde se deshace en hilos plateados,   el cielo desovilla su madeja gris   y el mundo se repliega en un susurro.   Huelo a tierra desnuda,   a raíces que recuerdan   el primer beso del agua:   petricor que rasga el tiempo,   olor a infancia enterrada   bajo los poros del asfalto.   La piel se hace espejo,   recibe el frío que resbala   —gotas como huellas de un pájaro que fue—.   El cabello pegado a la nuca   es red de memorias húmedas,   naufragio de lo que no dije.   Escucho el ritmo sin reloj:   tejado que repica su tambor herido,   charcos que tragan ecos de otros aguaceros.   Es la misma canción que araña los cristales,   la que aprendí cuando el silencio   era un idioma recién nacido.   Me desvisto de horas,   me visto de agua. ...

La Princesa Y El Tigre

 La Princesa Y El Tigre En un reino rodeado de montañas brumosas, vivía la princesa Amara, conocida por su corazón indomable y su misteriosa amistad con un tigre de ojos dorados. Desde niña, había encontrado al felino herido en el bosque y, en lugar de temerle, curó sus heridas. Lo llamó Kael, y con los años, forjaron un vínculo que desafiaba toda lógica. Mientras el pueblo murmuraba que el animal era un espíritu ancestral, el rey, temeroso, prohibió a su hija acercarse a la bestia.   —Un tigre no es compañía para una princesa— le advirtió el monarca.   —Él me entiende mejor que nadie— replicó Amara, firme.   Una noche, un príncipe de un reino vecino llegó para pedir la mano de la princesa. Orgulloso, despreció las leyendas sobre Kael y, en un acto de arrogancia, retó al tigre a un duelo para probar su valor. El rey, ansioso por deshacerse del animal, aceptó.   —Si el tigre vence, serás libre de elegir tu destino— declaró el rey a Amara. —Si ...