Lluvia Íntima
Lluvia Íntima
La tarde se deshace en hilos plateados,
el cielo desovilla su madeja gris
y el mundo se repliega en un susurro.
Huelo a tierra desnuda,
a raíces que recuerdan
el primer beso del agua:
petricor que rasga el tiempo,
olor a infancia enterrada
bajo los poros del asfalto.
La piel se hace espejo,
recibe el frío que resbala
—gotas como huellas de un pájaro que fue—.
El cabello pegado a la nuca
es red de memorias húmedas,
naufragio de lo que no dije.
Escucho el ritmo sin reloj:
tejado que repica su tambor herido,
charcos que tragan ecos de otros aguaceros.
Es la misma canción que araña los cristales,
la que aprendí cuando el silencio
era un idioma recién nacido.
Me desvisto de horas,
me visto de agua.
Cada gota un espejo roto
donde me miro y no me reconozco:
soy el eco de un trueno lejano,
la sombra que la lluvia dibuja
y borra con dedos impacientes.
Al final, solo queda
el rumor de lo que cae
y no termina de caer,
el tacto de lo ausente
pegado a los párpados,
el olor a mundo lavado
mientras algo en mí
—lento, quieto—
se desprende
y germina.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas, 18/04/2018.
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