CANCIÓN DE LA LETRA QUE NO SE NOMBRA
a, e, i, o, u...
El burro sabe más que tú.
Qué primitivo el canto escolar,
qué condena en voz de canción.
Pero mi mundo entero ya latía
presente en la ausencia,
detrás del pizarrón.
El burro conocía el secreto:
la leña pesa menos que el olvido,
el cocuy larense quema más profundo
que esas voces que cortaban como piedra
en el patio donde el sol era de yeso.
Fue a ese "sabiondo" a quien la tierra
legó la savia del agave:
el silencio vuelto fuego líquido.
Yo aprendí a caminar
debajo del agua del tiempo,
a tejer mi propio sonido
con hilos de algodón,
a amansar el estruendo
que nace en la niebla
de un pensamiento en vendaval.
Esa letra que no pude nombrar,
la del temblor en la lengua,
la del látigo en el aire,
se volvió mi aliada,
el puente que se cruza
para llegar al otro lado
sin el ruido de antes.
Qué bueno que el burro
—orejas largas, mirada serena—
supo desde el principio
que la verdad no es lo que suena,
sino el peso de la leña,
el sabor del cocuy,
el camino que se hace
al andar bajo la corriente.
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas, Venezuela.
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