sábado, 22 de noviembre de 2025

1932: LA CÁPSULA QUE NOS MIRA




 1932: LA CÁPSULA QUE NOS MIRA


La cápsula no se rompió. Se desclasificó.

No fue la médula. Fue escenario.

Un hombre de blanco sirviendo con la prisa de quien no tiene excedentes.

La mujer bebiendo con la sed de quien no tiene garantías.

Niños con trajes de domingo, disfrazados de futuro en un país que ya los había condenado a ser fondo de archivo.

Los vasos de vidrio sabían la mentira: brillaban sobre la acera de un régimen de hierro.


No era Caracas intacta.

Era Caracas escenificada.

Para la cámara. Para el poder. Para la postal de la "patria grande" que ocultaba las celdas de La Rotunda.

El filtro no era digital: era político.


Yo no miro. Soy mirada.

Por el hombre que no posa, sino que interroga.

Su mirada no es un juicio quieto. Es una parte de guerra desde el frente silencioso.

Él sabe que esta imagen será usada para vender una paz que no existe.

El vendedor no redimía. Supervivía.

Cada vaso no era bautismo. Era un pequeño armisticio con el hambre.


La niña mordía sin saber que su futuro sería un país de éxodos.

Su mordida no es testimonio de autenticidad.

Es el último banquete antes del derrumbe.


Hoy, el vaso es el mismo: de vidrio más delgado.

La sonrisa, el mismo pacto: ahora con el algoritmo.

No compramos la chicha. Alquilamos la nostalgia.

1932 no tiene filtro porque su violencia era explícita.

Nosotros somos el filtro porque nuestra complicidad debe ser enmarcada en sepia.


La cápsula no se rompió.

Se perpetuó.

Y en esa continuidad, me delato:

No soy la grieta.

Soy el yeso que tapa la hendidura original.

Soy la hija pródiga de esa mentira,

heredera de una sonrisa forzada que ahora vendo como"autenticidad".

La herida no exige ser verdad.

Exige ser, por fin, demolida.


—-——


EL TESTIGO INCÓMODO (PLANO SECUENCIA)


La ciudad no se mueve. Obedece.

El tranvía no cruza. Circunscribe el área permitida.

La gente camina sabiendo que está siendo archivada.

Pero él se detiene.

No por revelación.

Por rechazo.


Su mirada no es un puente entre dos tiempos.

Es un boicot.

Es el dedo en el gatillo de la fábula.

"Ustedes, los del futuro, que miran esto con ternura",

dice su silencio,

"¿saben que este instante huele a miedo?"

"¿Que mi corbata está planchada con el sudor de quien debe fingir normalidad bajo una dictadura?"


No me ofrece su gesto para que lo admire.

Me lo arroja como una demanda.

No quiere ser memoria.

Quiere ser evidencia.


———


ELEGÍA DEL HOMBRE EN LA ACERA (CARACAS, 1932)


I. Lamento Material.


Hoy lloro la complicidad que he heredado.

Lloro la escena que creí mía para interpretar.

Entre el gentío que fluye como un río domesticado,

un hombre alto en la acera se clava como un hierro al rojo.

Él no sonríe. No posa.

Interrumpe el guión con el silencio de su atención.

Y desde su presente de hambre y mordaza,

me mira, desde mi futuro de consumidor de su dolor.

Su mirada es una factura histórica.

Una deuda que mi siglo de ruido no ha saldado.

Hoy todo es apropiación, todo es uso.

Y su mirada me dice que yo soy la cobradora de la mentira original.


II. Elogio del Saboteador.


Alabado sea el hombre alto de la acera,

el único que supo que el tiempo se estaba falsificando.

Alabada su corbata, su postura forzada,

la soberanía de sus pies en la piedra de la sumisión.

Él no es parte del cuadro;es su saboteador.

Mientras los demás beben, pasean, descubren estatuas del régimen,

él elige ver la mano que sostiene la cámara.

Es el eslabón que se niega a ser engranaje.

El testigo que se rebela contra el testigo.

El único que entendió la estafa:

que la cámara no guardaba la escena,

sino que construía el mito de una Venezuela pacificada,

y él, solo él, nos dejó una advertencia

en el silencio combativo de sus ojos.


III. Instrucción


La cápsula se cerró. Él lo sabía.

Pero su mirada quedó grabada en la piedra,

no como un lamento, sino como un manual de desobediencia.

Nos recuerda que en medio de la vida que capitula,

siempre habrá un testigo plantado en la orilla,

un francotirador de la verdad.

Su consuelo es áspero: la verdad no era la escena,

sino la conciencia de estar siendo usado.

Y hoy, si miro bien su rostro en la penumbra,

ya no me juzga.

Me ordena plantar mis pies en mi acera,

a dejar de consumir imágenes,

y a convertirme, por fin, en una cómplice activa.


---


LÍQUIDO (ECONOMÍA BÁSICA)


No es memoria en estado líquido.

Es caloría en estado de emergencia.

Se transa, no se comparte.

El vaso de vidrio contiene un contrato:

lo que es de todos no tiene dueño, pero tiene precio.


El hombre de blanco no es geografía de hambres ancestrales.

Es contabilidad pura.

Sus manos repiten el gesto

que inventó el trueque, antes que los dioses, pero después del mercado.


Los niños esperan lo concreto:

el azúcar en la sangre,

el instante que nunca será suyo, sólo prestado.


Yo, desde este lado de la pantalla,

reconozco mi estafa:

yo que romanticé su necesidad,

me enfrento a esta ecuación desnuda.


El vaso no brilla.

Es la prueba de cargo.


---


TRANVÍA (INGENIERÍA SOCIAL)


Su rumor no cose. Sutura la herida para que no se vea.

Une en función de dividir mejor.

Su latido marca el compás de la obediencia.


Los cuerpos en su interior

son la mercancía del ritmo.

Transitan con la urgencia de quien no tiene alternativa.


Yo, ciudadana del acelerador,

envidio al que sube sin consultar el reloj, porque el reloj lo consulta a él.


No es nostalgia.

Es anatomía del control:

otra ciudad late aquí,

donde el transporte es verbo en presente condicional.


---


LA NIÑA Y EL SIGLO (MATERIA PRIMA)


Su mundo no cabe en el jugo de una naranja.

Cabe en la plusvalía de su asombro.

Es el sustrato del germen digital

que convierte los gestos en capital.


Cuando muerde la fruta,

el sol se derrama en su mano y se cotiza en bolsa.

El asombro es el primer filtro: el de la ignorancia.


Entre helechos,

forma parte de un pacto de extracción.

Su vestido es tela, luego será marca.

Su sonrisa es un hecho, luego será pose.


Yo, accionista del like,

me enfrento a su materia prima:

ella encarna lo que debe ser convertido en data.


En su mirada comprendo:

lo auténtico no es retorno,

es el mineral que queda después de la explotación.


—-----


LA VIGÍA DEL VASO.


El ruido es la verdad.

La mujer de la derecha no es clienta.

Es centinela.


No bebe: sostiene.

Sostiene el vaso como un escudo,

como una máscara de vidrio

que le permite auditar el mundo sin ser delatada.


Su cuerpo está estático,

es el ancla que fija la mentira al suelo.

El vaso le tapa la boca

para que solo hablen sus ojos.


Y sus ojos no miran: inspeccionan.

Verifican que el vendedor sirva la dosis de paz,

que los niños cumplan su rol de futuro feliz,

que la cámara capture la coreografía exacta

de la normalidad.


Ella es el nudo del guion.

El recordatorio silencioso

de que la escena ha sido encomendada.

Es la prueba viva

de que la espontaneidad

está bajo arresto.



---


EL HOMBRE QUE ME MIRA (CONTROL DE CALIDAD)


Su blancura no es pregunta. Es auditoría.

Punto fijo en la cadena de producción del mito.


Me mira con conocimiento de causa,

sabe que empaqueto realidades,

convierto personas en productos.


Su quietud no desafía mi nomadismo digital.

Lo interroga.

¿Qué almacena? El protocolo original. Las especificaciones de fábrica.


Ya solo importa

que su mirada me ha desmantelado.

Vacío de filtros,

puedo comenzar la línea de producción.


---


CIELO (PROPIEDAD HORIZONTAL)


La cámara no mintió:

lo convirtió en el color de la fachada.

Pero ese cielo sabe

que es el techo de la misma fábrica.


No es azul turístico.

Es el color del uniforme.

No promete felicidad: certifica el horario.


Yo, obrera de instantes,

aprendo por fin a ser la materia prima.

A ser el animal que mira hacia arriba

y reconoce el domo.


---


LAS AUSENTES (HUELGA DE IMAGEN)


No es elección deliberada.

Es estrategia.

Retirada táctica

del mercado de imágenes.


La mujer que esquiva la cámara

no ejerce soberanía.

Ejerce el derecho de huelga.

Su chicha es puesto de vigilia.



La ciudad se defiende

en esquinas y murmullos.

Sus paredes guardan memoria sindical,

huellas de manos que se negaron.


Me aproximo humilde, pero con carnet de rompehuelgas.

Vengo a escuchar lo que callan las fachadas.

A aprender el idioma de lo no negociable.


La ausencia no es la forma más densa de presencia.

Es la tranca que no debo cruzar.



---


EL VENDEDOR DE PIELES (LOGÍSTICA DEL SAQUEO)


Al vendedor de pieles, rodeado de damas pálidas,

no le tiembla el pulso porque sigue el procedimiento.

Intercambia monedas por el lomo curtido

de una Baba, el caimán de anteojos

que en los ríos de Apure se confundía con el barro hasta que el capital lo distinguió.


¿Qué Baba dejó su carne en el llano para que él,

el vendedor, calzara el charol de la intermediación?


Nadie le pregunta por la baba original:

esa baba de río, esa saliva de agua

que se le secó en las botas nuevas del progreso.

Las damas tocan la piel, exótica y rugosa,

pero no sienten el sol de la explotación

quemándoles las yemas de los dedos.


Él vende el cuero, sí,

pero en los pliegues de la mercancía

queda adherido el musgo de las piedras,

el último reflejo de un ojo con anteojos

que vio morir su río por un puñado de monedas que nunca llegaron al peón que lo cazó.


Y en la ciudad, de noche,

el vendedor sueña que se descalza.

Y que de sus botas brota, lenta, testaruda,

no la baba verde del caimán que fue,

sino el barro rojo del hierro que vendrá.


---


EL DÍA QUE EL FUTURO LLEGÓ A CARACAS (Y NOS ENSEÑÓ A VENDERNOS)


Caracas, 1932. El sol de la mañana no caía, inspeccionaba. Don Rafael montaba su puesto de chicha con la precisión de quien sabe que es un actor en el set de "La Venezuela Pacífica". Los vasos de vidrio no brillaban como diamantes efímeros. Brillaban como la vitrina de una joyería que exhibe la normalidad como mercancía.


Ese día era distinto: un automóvil del gobierno se había estacionado cerca, y dos operadores ajustaban una cámara sobre un trípode, como se ajusta un arma.


"¡Que sigan como si no estuviéramos aquí!", gritó uno. La orden era clara: actuar con espontaneidad.


María, la mujer del vestido azul, bebió su chicha sintiendo no la mirada fría del objetivo, sino el cañón de un fusil que dispararía postales. Se preguntó si su hermano, preso en La Rotunda, vería alguna vez estas imágenes y escupiría. Los niños alrededor del puesto se mantenían quietos, no por respeto al arte, sino por miedo a desobedecer.


La cámara se trasladó a la calle principal, donde el tranvía esperaba paciente como un caballo de troya. Don Carlos, el conductor, se ajustó la gorra no para verse bien, sino para ocultar el sudor del miedo. "¿Serviré para la propaganda?", pensó.


El momento más crudo fue frente al teatro Municipal. Don Enrique, el comerciante de pieles, había desplegado su mercancía más exótica: la piel de una baba. Rodeado por damas con sombrillas y caballeros con bastón, explicaba el "progreso" que permitía domar la naturaleza. La señorita Elvira sintió un escalofrío al tocar las escamas, pero su adoctrinamiento era mayor que su asco.


Detrás de ella, el joven Pedro no miraba la piel. Sus ojos estaban fijos en el lente, hipnotizado por la máquina de fama. Se estiró el cuello de la camisa, deseando con todas sus fuerzas ser elegido, ser un rostro útil para el régimen.


La última escena se filmó en los límites de la ciudad. La pequeña Luisa mordía una naranja mientras su padre, don Jesús, observaba desde la puerta de su casa de bahareque. Cuando la cámara se giró, Luisa sonrió con la boca manchada de jugo. Pero don Jesús no sonrió. Su mirada era profunda, seria, directa al lente. No era la mirada del que entiende que será memoria. Era la mirada del que sabe que será usado como leña para el fuego de una mentira grande.


Al caer la tarde, cuando el automóvil desapareció, la ciudad no volvió a su ritmo normal. Había aprendido a actuar. Don Rafael guardaba sus vasos pensando en el valor de su imagen. Don Carlos conducía su tranvía sintiéndose una pieza del engranaje. Pedro soñaba con ser útil al poder. Y don Jesús abrazaba a Luisa en el umbral, protector, sabiendo que desde ese día su vida ya no era su vida, sino un recurso narrativo en manos de otros.


Noventa años después, cuando estas imágenes parpadean en una pantalla, aquellos caraqueños no nos miran preguntándonos si hemos entendido su "autenticidad". Nos miran preguntándonos si hemos roto, al fin, la cámara que los condenó a ser actores de su propia opresión. La memoria no es un diálogo. Es un juicio. Y la evidencia está en nuestro consumo.


Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, Venezuela.

Todos los derechos reservados de la autora.





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viernes, 24 de octubre de 2025

20 Formas de Amar y una Mosca Zumbando.




  La Necesidad de Nombrar lo que Queda.


Este compendio de poemas no es un libro sobre el amor. Es una revisión honesta y cruda de lo que queda de él. No nació de una musa amable, sino de la urgencia de desmantelar la mentira, de ver la distancia que hay entre la promesa y el sitio exacto de la herida.
Nos hemos contado tantas veces la historia del amor hermoso y eterno. Yo elegí medirlo por la fibra de su esqueleto, por lo que resiste de pie cuando toda la euforia y la carne de la ilusión se han podrido.
La Mosca no es un símbolo. Es la compañía más real que tuve en el proceso. Ella no tiene piedad ni pudor. Su zumbido es el chisme sin filtro que se cuela por el oído, la verdad que la dignidad intenta silenciar. Ella me recordó que la vida que se alimenta de la ruina es, curiosamente, la única vida totalmente sincera.
Las "Veinte Formas" son, en esencia, veinte maneras de contar una misma pérdida. Cada poema es una prueba que busqué en la ceniza, una confrontación con la estructura interna de la pena. Al final, descubrí que el amor no es magia ni destino; es un ejercicio de peso, de ley natural y de consecuencias.
La Costurera que habla en la posdata soy yo recogiendo los hilos rotos, cosiendo la agonía con la fibra de los hechos. Entendí que la fuerza no está en el juramento, sino en el residuo final que queda cuando ya no podemos mentirnos. Y esa verdad, el sedimento, el zumbido de la mosca, es el único amor real que sobrevive.
Que esta lectura les sea incómoda, pero necesaria. Que confronten su propio residuo sagrado.
Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas, Venezuela.



20 Formas de Amar y una Mosca Zumbando.
(Una sinfonía de lo que perdura cuando el amor se descompone)

I. El Deseo (Raíz)
Amar es esta raíz que sigue creciendo
hacia el agua negra de tu nombre,
aun cuando el árbol ha sido talado.

II. La Memoria (Ceniza)
Amar es recoger tu ceniza
y encontrar diamantes en lo que quemamos,
esa luz fría que ilumina
lo que nunca podrá ser nuevamente.

III. La Piel (Mapa)
Amar es habitar este territorio
donde cada cicatriz cuenta
la historia de una frontera que cruzamos
sin pasaporte ni retorno.

IV. El Tiempo (Río)
Amar es navegar este río
cuyas aguas nunca son las mismas,
pero cuya corriente
siempre conduce a tu puerto.

V. La Noche (Semilla)
Amar es esta semilla plantada
en la oscuridad más profunda,
que germina cuando todo dice
que debería morir.

VI. El Espejo (Eco)
Amar es buscarte en cada reflejo
y encontrar solo el eco
de la mujer que fui
cuando tú me mirabas.

VII. La Lluvia (Archivo)
Amar es esta lluvia que lava
los monumentos de nuestro reino,
revelando las grietas
que adornamos con flores.

VIII. La Guitarra (Sílaba)
Amar es esta canción
cuyas cuerdas se rompen una a una,
pero cuya melodía
sigue completa en el silencio.

IX. La Ventana (Horizonte)
Amar es esta vista
hacia un paisaje que ya no existe,
pero que sigo dibujando
con los párpados cerrados.

X. La Sal (Sabiduría)
Amar es este sabor
que persiste cuando se acaba el banquete,
la verdad amarga
que condimenta toda memoria.

XI. La Tormenta (Cimiento)
Amar es haber construido
sobre tierra movediza
y encontrar, entre los escombros,
los cimientos de lo que pudo ser.

XII. La Biblioteca (Fantasma)
Amar es releer el mismo libro
buscando un final diferente,
mientras las páginas se deshojan
entre mis dedos ansiosos.

XIII. La Sombra (Testigo)
Amar es esta compañera silenciosa
que crece cuando apagan las luces,
la única que conoce
la geometría exacta de tu ausencia.

XIV. El Reloj (Latido)
Amar es este tictac que marca
un tiempo paralelo al mundo,
donde todavía es posible
el instante antes del adiós.

XV. El Jardín (Rebelión)
Amar es regar las plantas muertas
por si acaso la primavera
decide ser clemente
con mis terquedades.

XVI. El Espejismo (Fe)
Amar es caminar hacia el oasis
sabiendo que es mentira,
pero beber igualmente
de sus aguas imaginarias.

XVII. La Herida (Lenguaje)
Amar es haber aprendido
a traducir el dolor a un idioma
que solo nosotras comprendemos.

XVIII. La Marejada (Equilibrio)
Amar es mantener el balance
sobre las olas del recuerdo,
esa danza inestable
que nos mantiene a flote.

XIX. El Naufragio (Tesoro)
Amar es hundirse con el barco
y emerger con perlas negras
entre los dientes apretados.

XX. La Física (Ley)
Amar es desafiar la gravedad
creyendo que nuestro amor
podría ser la excepción
a toda ley natural.


Y la Mosca Zumbando

Pero la mosca…
oh, la sabia mosca,
conocedora de secretos,
zumba su verdad immutable:

«No te ama como antes,
pero te ama como siempre:
con la fidelidad de lo que se descompone,
con la verdad de lo que ya no puede mentir.

Eres su paisaje habitual,
su costumbre más íntima,
la ruina que habita
como se habita una vieja catedral:
sin fe, pero con respeto
por lo que alguna vez fue sagrado.

Y eso, querida,
eso es quizás
el amor más verdadero:
el que sobrevive
a la muerte del hechizo.»


Posdata de la Costurera

Y yo,
que tejí estas veinte formas
con el hilo roto de mis sueños,
aprendí al final
que la mosca tenía razón:
el amor no se mide
por su intensidad,
sino por su permanencia.

Y aquí permanecemos:
tú en tu centro,
yo en mi orilla,
y entre nosotros
el zumbido eterno
de lo que fue
y nunca del todo se fue.


Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos reservados de la autora.

 

domingo, 5 de octubre de 2025

Zarpazo Azul en la Corteza.




Título: Zarpazo Azul en la Corteza.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, 05 de octubre del 2025.

Derechos Reservados de Autor.


El muro no es un lienzo, es costra, es corteza,

un frío que se engancha a la piel y nos pesa.

La reja no es frontera,es un grito tensado

entre la herrumbre obscena y el azul desplegado.


Arriba, el poste clava su aguja en la nube.

Un pájaro,un espasmo de sombra, se estremece.

No canta,no es un susurro, es un hachazo breve,

un ojo que desnuda todo lo que se mueve.


Desde su cable, mide la herida del espacio:

esta costra de mundo,ese éter como un brazo

que tira de la prisa que anuda nuestras venas.

Él es el juez del límite,la llave en las cadenas.


Y el cielo no es promesa, es un zarpazo azul,

un ácido que limpia la herrumbre y la mugre.

Lava el sudor del muro,la ansiedad que nos cerca,

y en mi costado rompe una losa que forcea.


No es esperanza. Es hambre. Un instinto que sube

por la garganta,mudo, y pico y ala estruja

contra este pecho opaco,este hábito de muro.

—Ser ese golpe negro en el azul tan puro—.


Es mirar y saber que la grieta y el vuelo

son la misma mordida sobre el mismo desvelo.

Que toda cicatriz es un nido posible,

y que este corazón,de tan frágil, es terrible.


viernes, 3 de octubre de 2025

CANCIÓN DE LA LETRA QUE NO SE NOMBRA

CANCIÓN DE LA LETRA QUE NO SE NOMBRA

​a, e, i, o, u...

El burro sabe más que tú.

Qué primitivo el canto escolar,

qué condena en voz de canción.

Pero mi mundo entero ya latía

presente en la ausencia,

detrás del pizarrón.


​El burro conocía el secreto:

la leña pesa menos que el olvido,

el cocuy larense quema más profundo

que esas voces que cortaban como piedra

en el patio donde el sol era de yeso.

Fue a ese "sabiondo" a quien la tierra

legó la savia del agave:

el silencio vuelto fuego líquido.


​Yo aprendí a caminar

debajo del agua del tiempo,

a tejer mi propio sonido

con hilos de algodón,

a amansar el estruendo

que nace en la niebla

de un pensamiento en vendaval.


​Esa letra que no pude nombrar,

la del temblor en la lengua,

la del látigo en el aire,

se volvió mi aliada,

el puente que se cruza

para llegar al otro lado

sin el ruido de antes.


​Qué bueno que el burro

—orejas largas, mirada serena—

supo desde el principio

que la verdad no es lo que suena,

sino el peso de la leña,

el sabor del cocuy,

el camino que se hace

al andar bajo la corriente.


Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares 

Caracas, Venezuela.


domingo, 21 de septiembre de 2025

GAZA.

En Gaza, un niño arrastra entre escombros  

el silencio pesado de su hermano. Un lamento  

que el viento —ceniza y nombres rotos—  

no borra del mapa ni apaga en su intento.  


El pequeño, con los ojos ya de vidrio,  

guarda un sueño que interroga al suelo:  

¿por qué esta losa que el odio construyó  

sobre cimientos de olvido y tratados viejos?  


La arena, geografía de su infancia,  

se enrojece con cada paso vivo.  

Cada lágrima es un surco que avanza,  

cada nombre, un árbol no nacido.  


Mientras, tras cristales de oficinas frías,  

cifran en números su moral de plomo.  

Sus hijos juegan bajo techo y almohada,  

y el nuestro aprende a dormir sin lodo.  


Que este poema no sea solo herida,  

sino semilla que rompa el muro exacto:  

una raíz que busque en la mentira  

el agua oculta bajo el suelo ardiendo.  


Autora Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, Venezuela.
Derechos Reservados de Autor.

sábado, 20 de septiembre de 2025

PESO DEL MUNDO.


Título: Peso del Mundo.

Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, Venezuela.


​El norte y sus tratados de papel dorado,

el sur con su silencio de escombros.

La izquierda susurra justicia en viejos sueños,

la derecha impone su silencio de armas.

¿Y el centro?

El centro es el cuerpo que recibe cada bala,

pero nunca la respuesta,

solo el eco de un grito que el mundo no escucha.

​Nos hablaron de paz en salones pulidos,

pero la paz tiene ojivas que laten,

y el hambre es su protocolo, su letra pequeña.

Nos dijeron que la pobreza es un problema,

pero es un arma:

biológica, sin sonido, letal.

Te mata sin que tiemble el aire,

te entierra sin tumba,

te borra sin dejar un nombre,

como un suspiro que el viento se llevó.

​Hay más bombas que migajas en las mesas,

más discursos que el pulso de la vida,

más fronteras en la mente que abrazos en el alma.

La humanidad no se divide en ideologías,

se divide en estómagos saciados

y estómagos que aprenden a callar,

a sobrevivir sin orgullo,

a existir sin poder respirar.

​El hambre no es un vacío,

es una estrategia.

No te nutre,

te domestica.

No te mata de golpe,

te enseña a vivir sin dignidad,

a agradecer las sobras

y a olvidar el sabor de la libertad.

​Y mientras tanto,

la paz se vende en vallas que prometen,

con sonrisas de niños que no saben

que las cámaras se apagan

y el arroz nunca llega a su plato.

Sonrisas que se vuelven ceniza

en el silencio de las noches sin estrellas.

​Este poema no busca quién tiene la culpa,

busca quiénes son los testigos.

No pide respuestas,

quiere que no se olvide,

que el dolor no se pierda en el eco del tiempo,

el dolor de aquellos que llevan el peso del mundo

sin que nadie les pregunte cómo están.





La Paz Que No Me Apunta.


Pintura:  "La creación... De la paz" del artista plástico Alejandro Costas. 



Título: La Paz Que No Me Apunta.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, Venezuela.



Me prometieron una patria de himno y bandera,

pero el eco de sus voces se ahogó en mi estómago vacío.



Me juraron paz entre uniformes y botines pulidos,

pero solo la hallé en el temblor de un cuerpo herido,

en la grieta donde anida el miedo sin disfraz.


La bandera flamea sobre el hueco de un disparo,

un vacío que sabe a pan robado.

El "enemigo" grita desde la pantalla encendida,

mientras el verdadero ladrón de calma

ronca en la acera de al lado,

tan vacío y quebrado como yo.


¿Quién defiende a quien de su propio defensor?


No me hablen de defensa si este cuerpo se desmorona

por sed que no sacia,

por luz que no llega,

por ausencias que pesan más que cualquier fusil.


La pistola que dicen me protege

me apunta cuando cuestiono.

La voz que dice guiarme

me silencia cuando nombro mi hambre.


No quiero una paz con olor a pólvora,

quiero una paz con sabor a arroz en el plato,

a insulina en las venas,

a la certeza de que mi hijo no morirá

esperando lo que nunca llega.


La patria no se defiende con balas,

se defiende con humanidad que no selecciona,

con techos que resisten la lluvia y la indiferencia,

con niños que aprenden palabras antes que silencios.


Si esta es la paz que me ofrecen,

prefiero el grito honesto de la calle.

Si esta es la patria que dibujaron,

devuélvanme la piel que tenía

antes de que el mundo me enseñara a sangrar.


domingo, 7 de septiembre de 2025

El Humo y la Nicotina.


 
El Humo y la Nicotina

Obra en once cuerpos y una aceptación

Norma Cecilia Acosta Manzanares © 2025

Caracas, septiembre de 2025


Dedicatoria.

A quienes han amado con olor a humo.

A quienes han temblado sin ser vistos.

A quienes no pudieron dejarlo,

pero tampoco dejaron de ser.

A mi cuerpo,

que sigue aquí.

—Norma Cecilia Acosta Manzanares


PRIMERA CALADA

Origen.

Antes de la primera calada,

ya estabas tú.

No en los pulmones, sino en la nariz,

pegado a la seda de su blusa.

Yo, pequeño animal que busca el calor,

enterraba la cara en su pecho

y respiraba hondo:

el aroma del cansancio,

el perfume de su batalla.

Amé ese olor ácido y amargo

como se aman las cosas sagradas.

Amé el humo que se enredaba en su pelo

porque era el aura de mi diosa.

Nací de ese olor.

Mi pacto no se firmó con tabaco,

se selló con cada abrazo

que me dejaba impregnado

del rastro de su fuego.

Nunca repudié al espectro.

En el fondo,

lo amaba.

Porque primero,

olía a ella.


Presentación.

Esta obra no se ofrece como alivio. Se ofrece como testimonio.

Aquí no se expulsa el espectro: se le da nombre.

Aquí no se limpia la herida: se le permite hablar.

El Humo y la Nicotina es una secuencia de cuerpos escritos desde la sombra, desde el temblor, desde el pacto que no se rompe con voluntad. La nicotina, el amor, el silencio, el cuerpo — todos aparecen como espectros que no se van, pero que pueden ser dignificados.

Cada poema es una respiración contaminada.

Cada verso, una calada que no pide permiso.

Cada temblor, una forma de seguir viva.


POEMAS.

I. Nicotina (Espectro)

Su humo es un caminar lento que desaparece en el aire.

Te jala y se queda.

Un demonio que ningún exorcismo rasga.

Hace temblar las manos, espectro que domina.

Te transforma en hedor, impone su reino.

Prevalece como la soledad, su compañía en un puto caro.

Infecta la vida.

Siembro árboles negros en tu pecho,

y los riego con cada calada.



II. Desde el Pecho Sembrado.


Te vi llegar como bruma,

no pediste permiso.

Entraste por la herida abierta,

no por la boca.

No eres humo, 

eres sombra que se pega a los huesos.

No eres placer, eres pacto.

Y yo, sin saberlo, firmé con cada temblor.

Me hiciste jardín de cenizas.

Negros los árboles, sí,

pero también míos.

Los riego porque no sé cómo dejar de hacerlo.

No te exorcizo.

Te nombro.

Y al nombrarte, te arrastro al poema,

donde ya no mandas.



III. Donde el Humo se Queda.


El amor llegó con humo,

no con flores.

Nos besamos entre caladas,

como quien comparte una herida tibia.

No me pidió que dejara de fumar.

Me miró mientras sembraba ramas negras en mi pecho,

y dijo:

«Así también te amo.»

La vida se me ennegreció,

pero no se apagó.


IV. El Silencio.


No es vacío.

Es el eco de lo que no se pudo decir,

pero se sintió.

Habita los huesos como humedad antigua.

No se rompe con ruido,

se escucha con el cuerpo.

El silencio no es paz.

Es memoria que no quiere espectáculo.


VI. Corro a Ti, Pero Fumo.


Cuando te dejé

no se fue el temblor.

Todos los días quiero correr a ti,

pero corro al cigarro.

Ayudo al vicio,

le doy mi pena,

le doy el amor que no supo quedarse.

La nicotina no me juzga.

Me espera.

Me abraza con su hedor.


VII. Desde el Humo que Ya es Mío


No lo fumo.

Lo respiro.

Ya no hay distancia entre el espectro y yo.

El humo me precede.

Llega antes que mi palabra.

No lo odio.

No lo amo.

Lo reconozco.

La vida la enluto con ramas negras,

pero florecen.


VIII. Pulmón.

Negro.

No por muerte,

sino por memoria.

Cada calada es un verso que no se escribe,

pero se queda.

El pulmón no grita.

Respira con dolor,

pero respira.


IX. Boca.


La boca no dice.

Inhala.

Calla.

Recibe el espectro como amante,

como dios menor.

La lengua ya no canta,

solo guarda humo.


X. Mano.


Tiembla.

No por miedo,

sino por pacto.

La mano que sostiene el cigarro

también sostuvo promesas.

Ahora sostiene sombra.


XI. El Exorcismo de la Nicotina.


No traje agua bendita.

Traje mi cuerpo.

Tembloroso,

pero mío.

No invoqué santos.

Invoqué memoria.

La primera calada,

el primer abandono,

el primer beso con humo.

No grité.

Respiré.

Y al respirar,

lo vi:

no era demonio.

Era compañía torcida,

era pacto sin firma.

Lo enfrenté sin odio.

Le dije:

«Ya no te necesito para doler.»

Y el humo no se fue.

Pero yo sí.

Me fui de su altar,

aunque el olor me siga.

¿Quién mata más?

¿El humo?

¿La jalada?

¿La puta dependencia?

¿O tú?

No hay respuesta.

Solo ramas negras.

Solo el cuerpo que sigue aquí.


Aceptación del Yo.


No soy redención.

Soy presencia.

Soy cuerpo que fuma,

que ama,

que tiembla,

que escribe.

Soy yo.

Y eso, aunque duela,

es suficiente.


Reflexión.

No todo lo que se queda es veneno.

A veces, lo que permanece —aunque duela—

es lo que nos permite nombrar, resistir, escribir.

Esta obra no busca cerrar la herida.

Busca que la herida hable.

Y en ese hablar,

el cuerpo se afirma.


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

 

domingo, 31 de agosto de 2025

¿QUÉ NO SE HA DICHO? ©

 ¿QUÉ NO SE HA DICHO?

© Todos los derechos reservados


Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares

País: Venezuela

Tema: Día Internacional contra los Ensayos Nucleares



¿Qué no se ha dicho?

Ni la explosión ciega,

ni el grito que desgarra la materia.

Se calló el eco en la razón,

persiste la sombra

que nos acecha por dentro.


No es el hongo de fuego en el cielo,

es la espora en la médula del mundo.

Invisible, cotidiana, aprendida:

el miedo que se sirve en la mesa.


No se ha dicho el precio de la calma,

esta paz que se abraza al abismo,

el pacto tácito que el miedo embalsama:

suicidio colectivo, un espejismo.


Hemos normalizado el fin del mundo,

lo volvimos un rumor en la radio,

una estadística, un sueño moribundo,

mientras la muerte baila en el horario.


¿Quién hablará del alma que se encoge

ante el poder que pudre la esperanza?

Del futuro que el presente deshoja,

del "después" que perdió su confianza.


No se ha dicho la complicidad del aire

que respiramos, denso de ironía;

cómo un gesto sin alma, arbitrario,

puede borrar la luz de cada día.


América Latina no necesita submarinos,

necesita raíces, cantos, memoria.

El Tratado no es papel, es territorio,

es cuerpo, es tierra, es promesa viva.


Hoy, al filo del abismo,

alzo el vuelo no con un grito,

sino con semillas.

Mi voz no es estruendo,

es un anhelo

para sembrar grietas en pesadillas.


Se omite el peso de la heréncia,

la carga que legamos en silencio:

un planeta que guarda la demencia

de una especie que optó por el veneno.


El miedo no es la ráfaga que pasa,

es el frío que anida en la médula,

la conciencia que se quiebra y se abrasa

negando la grieta, la última cédula.


Que este lamento remueva el simiente:

el horror no es la bomba, es el olvido

de que somos el fuego y el firmamento,

y que el poder de elegir no ha huido.


El verdadero ensayo es el que hacemos

al despertar, en el alma, cada instante.

¿Seguiremos ciegos,

o al fin seremos

la paz que no se espera,

sino se planta?


Y si el diablo susurra “esto es normal”,

que el poema despierte la carne,

que el cuerpo entero se erice y grite:

¡No en mi nombre!

¡No en nuestra carne!




lunes, 25 de agosto de 2025

No Me Nombras, Pero Me Gritas

 No Me Nombras, Pero Me Gritas  

Poema-respuesta para quien confunde el reflejo con el enemigo  

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares

D/R.



No te escribí.  

No te nombré.  

Pero te leíste en mi herida,  

como quien se mira en un charco  

y culpa al agua por su rostro.


No fui yo quien te expulsó.  

Fue tu eco.  

Tu forma de entrar a los poemas  

como si fueran vitrinas  

y no refugios.


Me llamaste mala  

porque no entendiste el temblor.  

Me acusaste de atea,  

como si la fe fuera un arma  

y no un silencio compartido.


Yo no compito.  

No pongo zancadillas.  

Escribo desde el derrumbe.  

Y si eso te incomoda,  

no es por mí:  

es porque tus cimientos tiemblan.


No me duele tu insulto.  

Me duele que escribas tan bello  

y vivas tan lejos de tus versos.


No me asusta tu juicio.  

Me asusta que creas  

que la poesía es un podio  

y no una sala de espera,  

para quienes aún no saben  

cómo nombrar el dolor sin herir.


Yo sigo.  

Con mis huesos contados,  

con mi silencio intacto,  

con mi espejo sin retoques.


Porque si mi ser es fractura,  

mi palabra es puente.  

Y tú, que me leíste sin querer,  

ya cruzaste.



sábado, 16 de agosto de 2025

QUÉ PARTE DE MÍ LEYÓ EL DEMONIO?


¿Qué parte de mí leyó el demonio?

¿Dónde empieza el miedo  
cuando el libro se abre?  
¿En la página o en el pecho?  
¿En la letra que no sale  
o en la mirada que espera  
como quien castiga sin tocar?

Mi angelito, decía la portada,  
con dibujos que parecían rezar.  
Pero yo no rezaba.  
Yo me preparaba.

¿Puede un libro tener dientes?  
¿Puede la promesa suave tener filo?  
Cada tarde, a las tres,  
el conjuro comenzaba:  
la “r” se volvía trampa,  
la lengua, traición,  
y el cuerpo, altar del error.

El miedo no gritaba.  
Se instalaba en el estómago  
como un huésped educado  
que no pide nada  
pero lo consume todo.

¿Quién decidió que aprender dolía?  
¿Quién convirtió la lectura  
en ceremonia de juicio?

La silla sabía.  
La pared marfil también.  
Ambas me sostenían  
como quien acompaña  
sin intervenir.

Yo era niña,  
pero ya sabía leer el peligro  
en el silencio entre palabras.

¿Y si el demonio no era invocado,  
sino enseñado?  
¿Y si el libro no era objeto,  
sino espejo  
de una pedagogía que castiga  
cuando el cuerpo no obedece?

Hoy lo abro de nuevo,  
no para repetir el conjuro,  
sino para preguntarle:

¿Qué parte de mí leíste mal?  
¿Por qué tu caricia fingida me dolía?  
¿Y por qué, aún hoy,  
mi cuerpo recuerda  
cada página como si fuera piel?

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos reservados 


 

domingo, 10 de agosto de 2025

MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA

 

Pintura de Salvador Dalí

Mi Silencio No Es Tu Victoria

Poema-testimonio de una sala que no fue sala  

Por Norma Cecilia Acosta Manzanares


Este poema no se escribió para ser leído.  

Se escribió para ser escuchado por quienes convierten el silencio en castigo.  

Por quienes creen que callar es ceder.  

Por quienes aún no entienden  

que la dignidad no se negocia.


Aquí no hay metáforas decorativas.  

Hay grietas.  

Hay puentes.  

Hay piedras que no se pueden barrer.


Este poema es una réplica.  

Una que no grita,  

pero tampoco se calla.





MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA. © agosto 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 



La sala no era sala.  

Era ceremonia de cuchillos.  

Jaula de espejos deformes  

donde las palabras rebotaban  

y se convertían en otras.  


Él golpeó la mesa.  

Cortó el aire con su mano.  

Silencio, dijo.  

Y su silencio fue un muro.  


Yo hablé.  

Mis palabras eran piedras.  

Él las recogió, las examinó,  

y las tiró al suelo.  

Mentira, dijo.  

Revisa tus archivos  

antes de manchar mi nombre.  


Ellos rieron.  

Sus voces tejían una red  

donde la responsabilidad  

siempre era araña ajena.  

En mi viejo ordenador tal vez…  

No recuerdo esa norma…  

No estaba en la reunión…  


Yo hablé.  

Mis palabras eran puentes  

hacia otras voces ahogadas.  

Él las quemó.  

Herejía, dijo.  


Yo escribí.  

Mis palabras eran grietas  

en el muro de su silencio.  

Él las tapó.  

Olvido, dijo.  


Pero el eco de mi voz  

persiste en las grietas.  

Mi silencio no es tu victoria.  




sábado, 9 de agosto de 2025

La Rosa Que No Se Abre

 





La Rosa Que No Se Abre. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 



Me pregunto  

cómo sería el abrazo palpable de tu salinidad.  

Esas aguas densas,  

alzando mi cuerpo  

como si fueran manos.  

Manos que no juzgan.  

Solo sostienen.


Escucho.  

Indago ese mar sin vida aparente.  

Dicen que ahora vive.  

¿Peces?  

¿Verde?  

¿Milagro?


Como la rosa de Jericó.  

Seca, cerrada,  

pero viva.  

Dicen que se abre cuando el agua la toca.  

Pero esta no.  

Esta no se abre.


No camina,  

no navega,  

no se deja llevar.


¿Y tú, mar?  

¿A dónde va la rosa que decide quedarse cerrada?  

¿Será que no quiere navegar?


Yo también fui corteza.  

Fui silencio.  

Fui espera.  

No pedí agua.  

Y cuando llegó,  

la miré.  

Pero no me abrí.


No por miedo.  

No por orgullo.  

Sino porque también hay vida  

en la forma que resiste.


Hay algo que tiembla.  

Algo que se queda.  

Algo que flota…  

como si el mar también supiera  

que no todo lo que toca  

debe abrirse.


viernes, 1 de agosto de 2025

El Espejo de Velázquez



 EL ESPEJO DE VELÁZQUEZ © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.


Velázquez lo sabía:  

el rostro en el espejo fue la primera mentira hermosa de la historia.


Velázquez pintó nalgas de seda al sol,  

espalda curvada en óleo, eterno arrebol.  

Cupido sostiene un espejo empañado:  

¿es niebla su rostro… o un reflejo trucado?


Ese reflejo borroso —mentira barroca—  

hoy es imagen torcida en pantalla loca.  

Lo que el maestro trazó con huella sutil,  

ahora lo borra un botón infantil.


Cupido, niño-dios de mirada rendida,  

hoy sirve a redes que adoran la mentira.  

Su espejo ya no engaña con niebla de aceite:  

es un lente sin alma que pudre el deleite.


Subimos espaldas, perfiles de cristal,  

buscando en aplausos un amor vertical.  

Pero el alma desnuda —como Venus en su lecho—  

pide un espejo honesto, no un sueño deshecho.


La nuca verdadera, la carne sin disfraz,  

lo único sincero en el lienzo fugaz,  

también se esconde tras gestos fingidos:  

¿dónde quedó la piel sin artificios vendidos?


Busca el amor donde el espejo no mienta,  

donde Cupido sea niño y no red violenta.  

Porque la Venus desnuda —fiel a su verdad—  

no necesita retoques: grita su identidad.




sábado, 21 de junio de 2025

La Pausa Que Habita

   





Título: La Pausa Que Habita. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 




El agua cae  

sin tregua  

como si supiera  


yo no le tengo miedo al agua  


pero sí a ese instante  

en que todo lo que callé  

se disuelve con el vapor  


  


mi cabello  

plateado  

mojado  

es la única prueba  

de que sigo estando aquí  


pegado a mi espalda  

como si se aferrara  

a no soltarse de mí  


  


no lloro  

no  

no oficialmente  


pero se siente  

la lágrima escondida  

el temblor que no pide permiso  

la mueca que no logro contener  


mi rostro delata  

lo que mi voz no puede nombrar  


  


mi cuello arde  

no por fuera  

sino adentro  


una lava que no grita  

pero atraviesa  

grieta por grieta  

como si mis vértebras  

fueran cicatrices antiguas  


  


soy  

esta fisura que respira  

esta mujer  

que carga la premenopausia  

como si fuera  

una guerra no declarada  


  


mi cuerpo se sacude en silencio  

nadie lo nota  

pero yo sí  


yo lo siento  

en cada esquina de mí  

en cada respiro con sabor a recuerdo  


  


el agua cae  

y no limpia  

revela  


me deja a solas  

con la pausa  

la que habita  

la que soy  


  


y aunque nadie escuche  

aunque nadie mire  


aquí estoy  


ardiendo  


sin desaparecer.


sábado, 14 de junio de 2025

LOS ABRAZOS DE TU TOGA

 







LOS ABRAZOS DE TU TOGA. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 


I. LAS COSTURAS DE TU AUSENCIA

Padre,  

tu toga negra aún cuelga  

en el armario de mi memoria,  

pero no como un símbolo,  

sino como una prenda incompleta:  

le faltan los botones que perdiste  

corriendo entre rejas,  

el doblez izquierdo que gastaste  

al inclinarte sobre escritorios ajenos,  

el hilo suelto que dejaste  

cuando la muerte te citó  

sin derecho a apelación.  


Yo, la niña que solo conoció  

el eco de tus pasos en el pasillo  

—siempre llegando tarde,  

siempre oliendo a café y tinta—,  

hoy reconstruyo tu rostro  

a partir de cicatrices ajenas:  

“El abogado que me salvó”,  

dice uno,  

y en su voz agrietada  

escucho por fin tu “buenos días”.  


II. DIÁLOGO CON LO INVISIBLE 

“¿Por qué defendiste a tantos  

y a mí solo me dejaste  

estos abrazos prestados?”,  

te pregunto en voz baja  

mientras un hombre llora  

sobre mi hombro.  


Él no sabe  

que su gratitud es ahora  

mi única cartilla para aprenderte:  

—En sus manos ásperas  

leo los expedientes que no me leíste,  

—En su temblor,  

las noches que pasaste  

deshojando leyes como margaritas:  

“Absuelto, culpable, absuelto…”


(Y yo,  

que nunca tuve tu regazo,  

aprendo a ser hija  

en este tribunal de brazos ajenos.)


III. LAS HERENCIAS QUE NO SE FIRMAN 

Tus abrazos no fueron  

los de un padre,  

sino los de un hombre  

que convirtió la justicia  

en actos de amor anónimos. 

—Cada apretón de manos  

que devolviste a un condenado,  

era un fajo de versos  

que nunca me escribiste,  

—Cada “no culpable” gritado,  

era el arrullo  

que el tiempo te robó.  


Hoy lo entiendo:  

defendiste mi nombre  

no en cunas ni cumpleaños,  

sino en el papel carbón  

de sentencias que otros llaman  

“milagros”.  


IV. EPÍLOGO: TESTAMENTO DE UN FANTASMA  

Padre,  

tu toga ya no existe:  

la justicia se volvió  

un cliente sin rostro  

que nadie quiere defender.  


Pero en mi pecho guardo  

el último recurso que me dejaste:  

—Cuando un desconocido me abraza,  

sus brazos dibujan  

la letra pequeña de tu testamento:  

“Perdóname por haberte amado  

en lenguaje de tribunales.  

Aquí tienes, hija,  

todas mis derrotas convertidas  

en abrazos.”


Y yo,  

que juré no ser abogada,  

ahora defiendo tu memoria  

con las únicas pruebas admisibles:  

lágrimas y tinta.  


P.D.  

Hoy, donde quiera que estés,  

recibe este "Feliz Día" tejido  

con los hilos sueltos de tu toga  

y los ecos de los "no culpables"  

que fueron mi arrullo.  

Te recuerdo defendiéndome.




lunes, 9 de junio de 2025

LENTITUD DEL ADIÓS





Título: Lentitud del Adiós. © 2025

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

País: Venezuela.


Me dijiste adiós  

con tus labios de último puerto,  

y fue entonces que supe:  

no se ahoga quien se va,  

sino quien se queda

mirando la marea.  


Tus palabras —peces de plata—  

nadaron hacia el abismo,  

mientras yo juntaba sal  

en la orilla del tiempo.  


¿Qué queda cuando el amor  

rompe su propio espejo?  

Solo este frío

que me abraza sin tus manos,  

solo este eco  

de un beso convertido en ceniza.  


El adiós no fue relámpago,  

fue lenta cicatriz:  

una geografía de ausencias

dibujada en mi piel.  


Hoy aprendo a caminar  

con tu sombra a cuestas —  

mi único equipaje—  

y en cada noche,  

reconstruyo tu nombre  

con las estrellas quebradas.


...Porque tu adiós no es destino,  

solo es un silencio  

que me enseña a arder.




martes, 3 de junio de 2025

Madrugada en el Valle Herido.








Título: Madrugada en el Valle Herido. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 


La montaña despierta su espalda verde,  

recoge la noche como un manto roto.  

Caracas abre los ojos lentamente  

mientras el sol derrama miel en los barrancos.  


Huele a guayaba y gasolina,  

a pan recién horneado en la esquina caliente,  

a tierra mojada que aún sueña con raíces  

bajo el asfalto agrietado de indiferencia.  


Los edificios —cicatrices verticales—  

reciben la luz con sus ventanas ciegas.  

Pero en una terraza, una abuela desentierra  

geranios rebeldes entre cables y quejas.  


El Ávila tiñe de violeta sus linderos,  

testigo de techos que ya no son rojos,  

de niños que suben colinas con uniformes  

como pequeñas banderas contra el olvido.  


Hay balas dormidas en la hierba húmeda,  

pero también un pájaro que rasga el silencio  

con un canto tan agudo y pertinaz  

que desarma la furia de los hierros.  


Esta ciudad no es un verso perfecto:  

es metáfora rota, estrofa con sangre seca,  

rima forzada entre rejas y guacamayas...  

¡Y sin embargo! Mira cómo la luz besa  

el kiosko abandonado donde un muchacho  

—libreta en mano— escribe un nuevo comienzo.  




domingo, 1 de junio de 2025

CONTANDO HUESOS





 Contando Huesos no se ofrece como poema, sino como fractura. No pide ser leído, sino acompañado. Es el eco de una cifra que no quiere ser número, de una firma que alguna vez fue canto, de un abrazo que se multiplica para no desaparecer. Aquí no hay versos, hay restos. No hay métrica, hay memoria. Cada símbolo matemático es una ironía, una forma de decir: si me van a medir, que sea por lo que duele. Si me van a contar, que cuenten los derrumbes. Si me van a archivar, que archiven también mis insomnios, mis caricias sin estrenar, mis guerras con la gravedad.


Este poema no busca ser comprendido. Busca ser tocado. Que alguien lo lea con los dedos, con la espalda, con el hueco que deja el aire comprado a plazos. Que alguien lo escuche como quien escucha una ecuación que no resuelve nada, pero revela todo. Que alguien lo diga en voz baja, como quien cuenta huesos en la oscuridad, para que no se pierdan.


Si alguna vez te preguntaron cuántas veces fuiste humana y no supiste qué decir, este poema responde por ti. No con palabras, sino con cifras que tiemblan. No con lógica, sino con alma en porcentaje mínimo. No con respuestas, sino con polvo de estrellas que no se puede intercambiar.


Léelo si quieres, pero no lo leas solo. Léelo como quien acompaña. Como quien reconoce. Como quien se niega a olvidar.


CONTANDO HUESOS.

(Poema-espiral sobre la tiranía de los números que nos definen)


Me miden en decimales de segundo:  

—24.597 latidos malgastados  

en un beso sin dueño—  

El reloj traga mis uñas  

y escupe certificados  

con mi esperanza de vida  

calculada en intermitencias.  


Altura: 3 derrumbes apilados.  

Peso: 47 sombras por m².  

Estado civil: "En guerra con la gravedad".  

Firma: un óvalo donde antes cantaba un pájaro.  


Saldo disponible:  

—3 caricias sin estrenar  

—1 lágrima en plazo fijo  

—500 gramos de insomnio  

convertibles en polvo de estrellas  

(intercambio no admitido en esta sucursal).  


Cuando el sistema me pida  

el número exacto de veces  

que fui humana,  

mostraré esta ecuación:  


(1 abrazo)² + (√100 miradas)  

= 0.0001% de alma  

+ 99.9% de aire  

comprado a plazos.  


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, 01/06/2025.

Derechos reservados.




TEMBLOR




TÍTULO: TEMBLOR

Soy todas las grietas que una vez no fui y ahora son mis raíces


Tú te alejaste.  

No fue el amor lo que faltó:  

fue el coraje de mirarme  

en los ojos del miedo  

y reconocer  

que yo era la cobarde.  


Invento excusas en voz baja:  

—"Fue el tiempo, fueron las circunstancias"—  

pero el espejo repite  

la misma sentencia:  

Huiste de ti misma.  


Ahora desciendo

a la mina de los yoes:

“—la que firmó treguas con espejos rotos,

la que bebió sal para saciar la sed,

la que se llamó cobarde

mientras sus uñas cavaban túneles

hacia la luz—"  


Preguntas:  

—"¿Quién soy, después de tanto fingir?"—  

Y la respuesta quema:  

Eres la suma de todas las versiones  

que no te atreviste a ser.    


Y sin embargo...  

aquí estoy:  

—cobarde, sí, pero viviendo—  

con mis heridas abiertas al sol  

y mis yoes dispersos  

aprendiendo a bailar  

en este campo de batalla  

que ahora llamo piel.  


El espejo ya no acusa:  

sus grietas filtran luz.  

Y en ese resquicio  

—donde antes solo había vergüenza—  

brota un musgo terco  

que nadie podrá arrancar.  




jueves, 29 de mayo de 2025

Tus Labios

POEMA PARA ANTOLOGÍA DIGITAL Título: Tus Labios. (Adiós en Minúsculas) Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares. País: Venezuela. Tus labios —ese animal doméstico que ayer lamía mis costillas— hoy escupe adiós como quien tira un chicle al suelo. Yo lo recojo, lo estiro entre mis dedos, le doy forma de corazón y lo pego en el espejo donde ya no te miras.

lunes, 26 de mayo de 2025

Tus Ajenos Labios (Labios de Arena)




Título: Tus Ajenos Labios (Labios de Arena)

Nombre: Norma Cecilia Acosta Manzanares

País: Venezuela.  


Tus besos son playas que visito de noche,  

donde el mar borra mis huellas al marcharme.  

Cada caricia, una ola que se lleva  

pedazos de mí que no sabía que existían.  


¿Cómo abrazar lo que se deshace?  

Tu amor escribe en mi piel con tinta de espuma,  

letras claras que el sol devora al alba.  

Soy un faro que ilumina naufragios ajenos.  


En tu boca guardo secretos que no son míos,  

monedas de un idioma que no aprendí.  

Me pierdo en tu mapa de fronteras movedizas,  

donde cada te quiero es una bandera blanca.  


Cuando te vas (y siempre te vas),  

la marea deja en mi orilla  

conchas vacías que parecen susurrar:  

"Aquí hubo algo que el océano ya no recuerda".  





sábado, 24 de mayo de 2025

GEOGRAFÍA DEL TEMBLOR

Título: Geografía del Temblor © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. (para la niña que colecciona migajas de amor) Sus manos teje nidos con un hilo de jabón y alfileres: sus dedos —mapa de grietas— acarrean pañales, canciones, y maldiciones que se esconden como cucarachas bajo la nevera. Tú aprendes a nombrar el mundo entre sábanas que huelen a cloro y a rabia fría: la mesa limpia es un altar sin respuestas, los azulejos brillan como dientes de lobo, tu risa se quiebra en los charcos del silencio. Cada te quiero viene con agujas: te abraza con la fuerza de quien sofoca un incendio, te regaña con palabras que saben a metal oxidado, y tú, pequeña esponja sin filtro, absorbes la culpa creyéndola miel. Las noches son cajones desordenados: guardas sus suspiros bajo la almohada, clasificas caricias y puños de sombra, mides el amor por el volumen del portazo y sueñas con un país donde el cariño no tiene sabor a vinagre.

sábado, 10 de mayo de 2025

HABLO AL MUNDO








 Hablo al Mundo © Norma Cecilia Acosta Manzanares.  


Miro al mundo y pregunto:  

¿Qué cuchillo dibujó este mapa en mi costado?  

No una herida, sino un río  

que arrastra ciudades de lo que callé.  


Las lágrimas no son lágrimas:  

son hachas partiendo espejos,  

cristales que al caer  

revelan mi rostro multiplicado.  


El insomnio talla estatuas con mis huesos,  

la noche es un ácido que escribe  

versos en la piel.  

Nadie dijo que el dolor fuese poético.  


Pero en este laberinto de sombra y tinta,  

alzo una bandera hecha de cicatrices:  

cada paso no es huella,  

es un terremoto.  


Me deshago.  

Me invento.  

Soy ceniza que aprende a incendiar océanos,  

un fantasma que construye diques  

con los dientes.  


El frío no me quiebra:  

lo muerdo y escupo diamantes.  

El viento no es viento:  

es mi aliento volviendo del abismo.  


Ya no grito traición,  

sino aquí estoy,  

con mis manos que ahora son puentes,  

mis labios que ahora son ley.  


Y perdono, no porque olvide,  

sino porque sé  

que el rencor es un nudo  

y yo tejí estas alas para volar.  


Hablo al mundo desde el cráter  

que dejó tu nombre:  

no con rabia de huracán,  

sino con la calma feroz de los volcanes.

lunes, 5 de mayo de 2025

Madre: Constelación de Raíces.

 Título: Madre: Constelación de Raíces. 

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares 

País: Venezuela.

Derechos Reservados de Autor.



Tus manos, surcos donde germina mi nombre,  

cosecha de silencios y pan tierno,  

labraron en mi piel el primer horizonte,  

un idioma de luna y trigo eterno.  


Eres el árbol que doma la tormenta  

sin quebrarse, voz de savia en invierno;  

y en tus ramas —nido de memorias—  

el mundo aprende a ser ligero y verde.  


Tu risa fue rocío sobre mi infancia,  

un río de asombros, espejo sin sombra;  

tus canas, ahora, constelaciones  

que trazan caminos en mi reflejo.  


No hay noche que no alumbre tu costumbre  

de tejer auroras con hilos del recuerdo:  

cada arruga, un mapa; cada arrullo,  

un puerto donde el tiempo se hace sueño.  


Si la distancia araña mis mañanas,  

tu nombre crece en mí como un venero:  

raíz que canta bajo la ceniza,  

fuego que el viento nunca apaga.  


Y cuando la penumbra aceche el camino,  

serás barca, faro, rumor de suelo,  

la canción sin letra que repite el alma  

cuando el miedo olvida su propio nombre.  


Al final, solo quedará tu eco:  

vientre de estrellas, cuna del regreso,  

y en mi oído, ese son que no se escribe...  

(como el viento en el trigal: shhh-huuun, shhh-huuun).  




viernes, 2 de mayo de 2025

El Héroe Nocturno de Cunaviche: Bombas, Gatos y un Oscar al Drama Vecinal.

 Título: El Héroe Nocturno de Cunaviche: Bombas, Gatos y un Oscar al Drama Vecinal.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

País: Venezuela.


En el exclusivo (y ahora estridente) residencial Cunaviche, un vecino anónimo ha decidido convertirse en el Guardián de la Madrugada, combatiendo a hordas de perros callejeros con la sutileza de un Rambo en año nuevo. Su arma secreta: fosforitos, esos artefactos que —según él— son tan inofensivos como un abrazo de oso, pero que suenan como si el apocalipsis hubiera decidido mudarse al estacionamiento.  


Los gatos, esos peludos “ los ocupas” que adornan los porches con su elegancia callejera, han sido las víctimas colaterales de esta épica batalla. Mientras los perros huyen (o quizás se ríen entre ladridos), los felinos, expertos en el arte del drama, han optado por mirar al vacío con desprecio filosófico: ¿En serio usan pirotecnia? Nosotros cazamos ratones en silencio, como gente decente.  


El Comité de Paz de Cunaviche, liderado por humanos con más sentido común que nuestro héroe pirotécnico, ha respondido citando leyes como si fueran hechizos de Harry Potter. La Ley de Protección al Adulto Mayor fue invocada para proteger abuelitos de infartos, el Código Penal para recordar que en Venezuela hasta los gatos tienen abogados, y la LOPNNA para evitar que los adolescentes, privados de sueño, se conviertan en zombis antes de los exámenes.  


Pero nuestro vecino misterioso, cual Batman sin capa (pero con mechero), persiste. ¿Su motivación? Un odio visceral a los ladridos… o quizás un trauma infantil con un Chihuahua. Mientras tanto, los otros residentes especulan: ¿Será un ex ingeniero de cohetes? ¿O un fanático de “Transformers” que confundió el estacionamiento con una zona de guerra?.  


La administración del condominio, en un giro digno de telenovela, amenaza con denuncias que probablemente terminen en un ¡Corte los fosforitos o le cortamos el agua! Mientras tanto, los gatos, ya acostumbrados al espectáculo, planean su venganza: maullar en coro a las 3 AM. Justicia poética en 4 patas.  


Epílogo: La historia ha llamado la atención de la BBC (Brigada de Bichos Callejeros), que nominó a Cunaviche al Premio Mundial al Absurdo Vecinal 2025, compitiendo con un hombre en Noruega que declaró la guerra a los caracoles de su jardín usando salchichas. El ganador se anunciará en una gala… con estrictamente cero pirotecnia.  



jueves, 1 de mayo de 2025

CADENAS INVISIBLES

 Título: Cadenas Invisibles.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

País: Venezuela.


En la ciudad de Hierro Gris, donde los rascacielos se alzaban como jaulas de cristal y acero, vivía Lucas. Cada mañana, al sonar su alarma a las 5:00 a.m., él repetía la misma rutina: café amargo, corbata ajustada y un tren abarrotado que lo llevaba a la Corporación Eternis, donde trabajaba como analista de datos. Su salario le permitía pagar un minúsculo apartamento, una suscripción a servicios de entretenimiento y deudas estudiantiles que nunca parecían reducirse. "Es temporal", se decía, mientras tecleaba números en una pantalla que nunca le devolvía la mirada.


La oficina de Eternis era un laberinto de luces led y sonrisas forzadas. Las paredes estaban adornadas con frases como "Tu esfuerzo define tu libertad" y "El éxito es una elección". Pero Lucas notaba cosas: los empleados que se atrevían a cuestionar los turnos extras sin pago eran "reubicados". Los que enfermaban por estrés desaparecían de los grupos de chat. Los jefes hablaban de "flexibilidad laboral", pero los relojes biométricos registraban cada segundo de su presencia. 


Un día, durante una reunión, el gerente anunció el programa "Emprende tu Futuro", una iniciativa para que los empleados desarrollaran "proyectos personales" en sus horas libres, con la promesa de que Eternis invertiría en los mejores. Lucas, entusiasmado, pasó noches enteras diseñando una app para gestionar tiempos de descanso. Cuando la presentó, recibió una palmada en la espalda y un correo automático: "Gracias por su contribución. Todo código desarrollado durante su contrato es propiedad intelectual de Eternis, según cláusula 7-B". Su idea, le explicaron, ahora era parte de un paquete de software vendido a otras empresas. 


Esa noche, Lucas caminó hasta el bar El Último Respiro, donde encontró a Clara, una ex compañera que había renunciado para abrir su propio negocio. "¿Crees que soy libre?", le dijo amargamente, señalando su local vacío. "Pago impuestos estratosféricos, cumplo regulaciones escritas por cabilderos de las corporaciones, y si quiero vender café orgánico, debo comprarlo a un monopolio que fija los precios. Al final, solo somos esclavos con facturas propias".


Lucas volvió a su apartamento, pasando frente a pantallas gigantes que anunciaban: "¡Conviértete en tu propio jefe!". En su buzón, una carta de la clínica mental recordaba que su terapia para la ansiedad ya no estaba cubierta por el seguro corporativo. Abrió LinkedIn y vio publicaciones de colegas celebrando sus "jornadas maratónicas" y "la cultura de alto rendimiento". 


Esa madrugada, soñó con un barco. No eran esclavos encadenados en sus remos, sino personas con trajes elegantes, sonrientes, tecleando en laptops mientras el barco se hundía. El capitán, con el rostro del CEO de Eternis, gritaba: "¡Remen más rápido! El mercado lo exige". 


Al despertar, Lucas entendió: la esclavitud nunca se abolió, solo se actualizó. Les dieron nombres bonitos —emprendedor, freelance, profesional independiente—, pero las cadenas seguían allí, monetizadas, algoritmizadas, disfrazadas de libertad. Podías "elegir" tu jaula, pero no salir del zoológico. 


Y así, mientras el sol se alzaba sobre Hierro Gris, Lucas siguió tecleando. Porque incluso sabiendo la verdad, el sistema estaba diseñado para que creyeras que la única opción era seguir jugando. 


Fin.


PD: En la última escena, alguien en el tren susurraba sobre un sindicato clandestino que operaba en las sombras. Pero esa, tal vez, es otra historia…

1932: LA CÁPSULA QUE NOS MIRA

 1932: LA CÁPSULA QUE NOS MIRA La cápsula no se rompió. Se desclasificó. No fue la médula. Fue escenario. Un hombre de blanco sirviendo con ...