La Necesidad de Nombrar lo que Queda.
Me gusta plasmar mis vivencias, los momentos más inusitados a través de la escritura, con el fundamento de sellar el pasado y emprender nuevas aventuras.
viernes, 24 de octubre de 2025
20 Formas de Amar y una Mosca Zumbando.
La Necesidad de Nombrar lo que Queda.
domingo, 5 de octubre de 2025
Zarpazo Azul en la Corteza.
Título: Zarpazo Azul en la Corteza.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, 05 de octubre del 2025.
Derechos Reservados de Autor.
El muro no es un lienzo, es costra, es corteza,
un frío que se engancha a la piel y nos pesa.
La reja no es frontera,es un grito tensado
entre la herrumbre obscena y el azul desplegado.
Arriba, el poste clava su aguja en la nube.
Un pájaro,un espasmo de sombra, se estremece.
No canta,no es un susurro, es un hachazo breve,
un ojo que desnuda todo lo que se mueve.
Desde su cable, mide la herida del espacio:
esta costra de mundo,ese éter como un brazo
que tira de la prisa que anuda nuestras venas.
Él es el juez del límite,la llave en las cadenas.
Y el cielo no es promesa, es un zarpazo azul,
un ácido que limpia la herrumbre y la mugre.
Lava el sudor del muro,la ansiedad que nos cerca,
y en mi costado rompe una losa que forcea.
No es esperanza. Es hambre. Un instinto que sube
por la garganta,mudo, y pico y ala estruja
contra este pecho opaco,este hábito de muro.
—Ser ese golpe negro en el azul tan puro—.
Es mirar y saber que la grieta y el vuelo
son la misma mordida sobre el mismo desvelo.
Que toda cicatriz es un nido posible,
y que este corazón,de tan frágil, es terrible.
viernes, 3 de octubre de 2025
CANCIÓN DE LA LETRA QUE NO SE NOMBRA
CANCIÓN DE LA LETRA QUE NO SE NOMBRA
a, e, i, o, u...
El burro sabe más que tú.
Qué primitivo el canto escolar,
qué condena en voz de canción.
Pero mi mundo entero ya latía
presente en la ausencia,
detrás del pizarrón.
El burro conocía el secreto:
la leña pesa menos que el olvido,
el cocuy larense quema más profundo
que esas voces que cortaban como piedra
en el patio donde el sol era de yeso.
Fue a ese "sabiondo" a quien la tierra
legó la savia del agave:
el silencio vuelto fuego líquido.
Yo aprendí a caminar
debajo del agua del tiempo,
a tejer mi propio sonido
con hilos de algodón,
a amansar el estruendo
que nace en la niebla
de un pensamiento en vendaval.
Esa letra que no pude nombrar,
la del temblor en la lengua,
la del látigo en el aire,
se volvió mi aliada,
el puente que se cruza
para llegar al otro lado
sin el ruido de antes.
Qué bueno que el burro
—orejas largas, mirada serena—
supo desde el principio
que la verdad no es lo que suena,
sino el peso de la leña,
el sabor del cocuy,
el camino que se hace
al andar bajo la corriente.
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares
Caracas, Venezuela.
domingo, 21 de septiembre de 2025
GAZA.
En Gaza, un niño arrastra entre escombros
el silencio pesado de su hermano. Un lamento
que el viento —ceniza y nombres rotos—
no borra del mapa ni apaga en su intento.
El pequeño, con los ojos ya de vidrio,
guarda un sueño que interroga al suelo:
¿por qué esta losa que el odio construyó
sobre cimientos de olvido y tratados viejos?
La arena, geografía de su infancia,
se enrojece con cada paso vivo.
Cada lágrima es un surco que avanza,
cada nombre, un árbol no nacido.
Mientras, tras cristales de oficinas frías,
cifran en números su moral de plomo.
Sus hijos juegan bajo techo y almohada,
y el nuestro aprende a dormir sin lodo.
Que este poema no sea solo herida,
sino semilla que rompa el muro exacto:
una raíz que busque en la mentira
el agua oculta bajo el suelo ardiendo.
sábado, 20 de septiembre de 2025
PESO DEL MUNDO.
Título: Peso del Mundo.
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, Venezuela.
El norte y sus tratados de papel dorado,
el sur con su silencio de escombros.
La izquierda susurra justicia en viejos sueños,
la derecha impone su silencio de armas.
¿Y el centro?
El centro es el cuerpo que recibe cada bala,
pero nunca la respuesta,
solo el eco de un grito que el mundo no escucha.
Nos hablaron de paz en salones pulidos,
pero la paz tiene ojivas que laten,
y el hambre es su protocolo, su letra pequeña.
Nos dijeron que la pobreza es un problema,
pero es un arma:
biológica, sin sonido, letal.
Te mata sin que tiemble el aire,
te entierra sin tumba,
te borra sin dejar un nombre,
como un suspiro que el viento se llevó.
Hay más bombas que migajas en las mesas,
más discursos que el pulso de la vida,
más fronteras en la mente que abrazos en el alma.
La humanidad no se divide en ideologías,
se divide en estómagos saciados
y estómagos que aprenden a callar,
a sobrevivir sin orgullo,
a existir sin poder respirar.
El hambre no es un vacío,
es una estrategia.
No te nutre,
te domestica.
No te mata de golpe,
te enseña a vivir sin dignidad,
a agradecer las sobras
y a olvidar el sabor de la libertad.
Y mientras tanto,
la paz se vende en vallas que prometen,
con sonrisas de niños que no saben
que las cámaras se apagan
y el arroz nunca llega a su plato.
Sonrisas que se vuelven ceniza
en el silencio de las noches sin estrellas.
Este poema no busca quién tiene la culpa,
busca quiénes son los testigos.
No pide respuestas,
quiere que no se olvide,
que el dolor no se pierda en el eco del tiempo,
el dolor de aquellos que llevan el peso del mundo
sin que nadie les pregunte cómo están.
La Paz Que No Me Apunta.
Título: La Paz Que No Me Apunta.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, Venezuela.
Me prometieron una patria de himno y bandera,
pero el eco de sus voces se ahogó en mi estómago vacío.
Me juraron paz entre uniformes y botines pulidos,
pero solo la hallé en el temblor de un cuerpo herido,
en la grieta donde anida el miedo sin disfraz.
La bandera flamea sobre el hueco de un disparo,
un vacío que sabe a pan robado.
El "enemigo" grita desde la pantalla encendida,
mientras el verdadero ladrón de calma
ronca en la acera de al lado,
tan vacío y quebrado como yo.
¿Quién defiende a quien de su propio defensor?
No me hablen de defensa si este cuerpo se desmorona
por sed que no sacia,
por luz que no llega,
por ausencias que pesan más que cualquier fusil.
La pistola que dicen me protege
me apunta cuando cuestiono.
La voz que dice guiarme
me silencia cuando nombro mi hambre.
No quiero una paz con olor a pólvora,
quiero una paz con sabor a arroz en el plato,
a insulina en las venas,
a la certeza de que mi hijo no morirá
esperando lo que nunca llega.
La patria no se defiende con balas,
se defiende con humanidad que no selecciona,
con techos que resisten la lluvia y la indiferencia,
con niños que aprenden palabras antes que silencios.
Si esta es la paz que me ofrecen,
prefiero el grito honesto de la calle.
Si esta es la patria que dibujaron,
devuélvanme la piel que tenía
antes de que el mundo me enseñara a sangrar.
domingo, 7 de septiembre de 2025
El Humo y la Nicotina.
domingo, 31 de agosto de 2025
¿QUÉ NO SE HA DICHO? ©
¿QUÉ NO SE HA DICHO?
© Todos los derechos reservados
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares
País: Venezuela
Tema: Día Internacional contra los Ensayos Nucleares
¿Qué no se ha dicho?
Ni la explosión ciega,
ni el grito que desgarra la materia.
Se calló el eco en la razón,
persiste la sombra
que nos acecha por dentro.
No es el hongo de fuego en el cielo,
es la espora en la médula del mundo.
Invisible, cotidiana, aprendida:
el miedo que se sirve en la mesa.
No se ha dicho el precio de la calma,
esta paz que se abraza al abismo,
el pacto tácito que el miedo embalsama:
suicidio colectivo, un espejismo.
Hemos normalizado el fin del mundo,
lo volvimos un rumor en la radio,
una estadística, un sueño moribundo,
mientras la muerte baila en el horario.
¿Quién hablará del alma que se encoge
ante el poder que pudre la esperanza?
Del futuro que el presente deshoja,
del "después" que perdió su confianza.
No se ha dicho la complicidad del aire
que respiramos, denso de ironía;
cómo un gesto sin alma, arbitrario,
puede borrar la luz de cada día.
América Latina no necesita submarinos,
necesita raíces, cantos, memoria.
El Tratado no es papel, es territorio,
es cuerpo, es tierra, es promesa viva.
Hoy, al filo del abismo,
alzo el vuelo no con un grito,
sino con semillas.
Mi voz no es estruendo,
es un anhelo
para sembrar grietas en pesadillas.
Se omite el peso de la heréncia,
la carga que legamos en silencio:
un planeta que guarda la demencia
de una especie que optó por el veneno.
El miedo no es la ráfaga que pasa,
es el frío que anida en la médula,
la conciencia que se quiebra y se abrasa
negando la grieta, la última cédula.
Que este lamento remueva el simiente:
el horror no es la bomba, es el olvido
de que somos el fuego y el firmamento,
y que el poder de elegir no ha huido.
El verdadero ensayo es el que hacemos
al despertar, en el alma, cada instante.
¿Seguiremos ciegos,
o al fin seremos
la paz que no se espera,
sino se planta?
Y si el diablo susurra “esto es normal”,
que el poema despierte la carne,
que el cuerpo entero se erice y grite:
¡No en mi nombre!
¡No en nuestra carne!
lunes, 25 de agosto de 2025
No Me Nombras, Pero Me Gritas
No Me Nombras, Pero Me Gritas
Poema-respuesta para quien confunde el reflejo con el enemigo
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares
D/R.
No te escribí.
No te nombré.
Pero te leíste en mi herida,
como quien se mira en un charco
y culpa al agua por su rostro.
No fui yo quien te expulsó.
Fue tu eco.
Tu forma de entrar a los poemas
como si fueran vitrinas
y no refugios.
Me llamaste mala
porque no entendiste el temblor.
Me acusaste de atea,
como si la fe fuera un arma
y no un silencio compartido.
Yo no compito.
No pongo zancadillas.
Escribo desde el derrumbe.
Y si eso te incomoda,
no es por mí:
es porque tus cimientos tiemblan.
No me duele tu insulto.
Me duele que escribas tan bello
y vivas tan lejos de tus versos.
No me asusta tu juicio.
Me asusta que creas
que la poesía es un podio
y no una sala de espera,
para quienes aún no saben
cómo nombrar el dolor sin herir.
Yo sigo.
Con mis huesos contados,
con mi silencio intacto,
con mi espejo sin retoques.
Porque si mi ser es fractura,
mi palabra es puente.
Y tú, que me leíste sin querer,
ya cruzaste.
sábado, 16 de agosto de 2025
QUÉ PARTE DE MÍ LEYÓ EL DEMONIO?
domingo, 10 de agosto de 2025
MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA
Mi Silencio No Es Tu Victoria
Poema-testimonio de una sala que no fue sala
Por Norma Cecilia Acosta Manzanares
Este poema no se escribió para ser leído.
Se escribió para ser escuchado por quienes convierten el silencio en castigo.
Por quienes creen que callar es ceder.
Por quienes aún no entienden
que la dignidad no se negocia.
Aquí no hay metáforas decorativas.
Hay grietas.
Hay puentes.
Hay piedras que no se pueden barrer.
Este poema es una réplica.
Una que no grita,
pero tampoco se calla.
MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA. © agosto 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
La sala no era sala.
Era ceremonia de cuchillos.
Jaula de espejos deformes
donde las palabras rebotaban
y se convertían en otras.
Él golpeó la mesa.
Cortó el aire con su mano.
Silencio, dijo.
Y su silencio fue un muro.
Yo hablé.
Mis palabras eran piedras.
Él las recogió, las examinó,
y las tiró al suelo.
Mentira, dijo.
Revisa tus archivos
antes de manchar mi nombre.
Ellos rieron.
Sus voces tejían una red
donde la responsabilidad
siempre era araña ajena.
En mi viejo ordenador tal vez…
No recuerdo esa norma…
No estaba en la reunión…
Yo hablé.
Mis palabras eran puentes
hacia otras voces ahogadas.
Él las quemó.
Herejía, dijo.
Yo escribí.
Mis palabras eran grietas
en el muro de su silencio.
Él las tapó.
Olvido, dijo.
Pero el eco de mi voz
persiste en las grietas.
Mi silencio no es tu victoria.
sábado, 9 de agosto de 2025
La Rosa Que No Se Abre
La Rosa Que No Se Abre. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
Me pregunto
cómo sería el abrazo palpable de tu salinidad.
Esas aguas densas,
alzando mi cuerpo
como si fueran manos.
Manos que no juzgan.
Solo sostienen.
Escucho.
Indago ese mar sin vida aparente.
Dicen que ahora vive.
¿Peces?
¿Verde?
¿Milagro?
Como la rosa de Jericó.
Seca, cerrada,
pero viva.
Dicen que se abre cuando el agua la toca.
Pero esta no.
Esta no se abre.
No camina,
no navega,
no se deja llevar.
¿Y tú, mar?
¿A dónde va la rosa que decide quedarse cerrada?
¿Será que no quiere navegar?
Yo también fui corteza.
Fui silencio.
Fui espera.
No pedí agua.
Y cuando llegó,
la miré.
Pero no me abrí.
No por miedo.
No por orgullo.
Sino porque también hay vida
en la forma que resiste.
Hay algo que tiembla.
Algo que se queda.
Algo que flota…
como si el mar también supiera
que no todo lo que toca
debe abrirse.
viernes, 1 de agosto de 2025
El Espejo de Velázquez
EL ESPEJO DE VELÁZQUEZ © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
Velázquez lo sabía:
el rostro en el espejo fue la primera mentira hermosa de la historia.
Velázquez pintó nalgas de seda al sol,
espalda curvada en óleo, eterno arrebol.
Cupido sostiene un espejo empañado:
¿es niebla su rostro… o un reflejo trucado?
Ese reflejo borroso —mentira barroca—
hoy es imagen torcida en pantalla loca.
Lo que el maestro trazó con huella sutil,
ahora lo borra un botón infantil.
Cupido, niño-dios de mirada rendida,
hoy sirve a redes que adoran la mentira.
Su espejo ya no engaña con niebla de aceite:
es un lente sin alma que pudre el deleite.
Subimos espaldas, perfiles de cristal,
buscando en aplausos un amor vertical.
Pero el alma desnuda —como Venus en su lecho—
pide un espejo honesto, no un sueño deshecho.
La nuca verdadera, la carne sin disfraz,
lo único sincero en el lienzo fugaz,
también se esconde tras gestos fingidos:
¿dónde quedó la piel sin artificios vendidos?
Busca el amor donde el espejo no mienta,
donde Cupido sea niño y no red violenta.
Porque la Venus desnuda —fiel a su verdad—
no necesita retoques: grita su identidad.
sábado, 21 de junio de 2025
La Pausa Que Habita
Título: La Pausa Que Habita. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
El agua cae
sin tregua
como si supiera
yo no le tengo miedo al agua
pero sí a ese instante
en que todo lo que callé
se disuelve con el vapor
mi cabello
plateado
mojado
es la única prueba
de que sigo estando aquí
pegado a mi espalda
como si se aferrara
a no soltarse de mí
no lloro
no
no oficialmente
pero se siente
la lágrima escondida
el temblor que no pide permiso
la mueca que no logro contener
mi rostro delata
lo que mi voz no puede nombrar
mi cuello arde
no por fuera
sino adentro
una lava que no grita
pero atraviesa
grieta por grieta
como si mis vértebras
fueran cicatrices antiguas
soy
esta fisura que respira
esta mujer
que carga la premenopausia
como si fuera
una guerra no declarada
mi cuerpo se sacude en silencio
nadie lo nota
pero yo sí
yo lo siento
en cada esquina de mí
en cada respiro con sabor a recuerdo
el agua cae
y no limpia
revela
me deja a solas
con la pausa
la que habita
la que soy
y aunque nadie escuche
aunque nadie mire
aquí estoy
ardiendo
sin desaparecer.
sábado, 14 de junio de 2025
LOS ABRAZOS DE TU TOGA
LOS ABRAZOS DE TU TOGA. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
I. LAS COSTURAS DE TU AUSENCIA
Padre,
tu toga negra aún cuelga
en el armario de mi memoria,
pero no como un símbolo,
sino como una prenda incompleta:
le faltan los botones que perdiste
corriendo entre rejas,
el doblez izquierdo que gastaste
al inclinarte sobre escritorios ajenos,
el hilo suelto que dejaste
cuando la muerte te citó
sin derecho a apelación.
Yo, la niña que solo conoció
el eco de tus pasos en el pasillo
—siempre llegando tarde,
siempre oliendo a café y tinta—,
hoy reconstruyo tu rostro
a partir de cicatrices ajenas:
“El abogado que me salvó”,
dice uno,
y en su voz agrietada
escucho por fin tu “buenos días”.
II. DIÁLOGO CON LO INVISIBLE
“¿Por qué defendiste a tantos
y a mí solo me dejaste
estos abrazos prestados?”,
te pregunto en voz baja
mientras un hombre llora
sobre mi hombro.
Él no sabe
que su gratitud es ahora
mi única cartilla para aprenderte:
—En sus manos ásperas
leo los expedientes que no me leíste,
—En su temblor,
las noches que pasaste
deshojando leyes como margaritas:
“Absuelto, culpable, absuelto…”
(Y yo,
que nunca tuve tu regazo,
aprendo a ser hija
en este tribunal de brazos ajenos.)
III. LAS HERENCIAS QUE NO SE FIRMAN
Tus abrazos no fueron
los de un padre,
sino los de un hombre
que convirtió la justicia
en actos de amor anónimos.
—Cada apretón de manos
que devolviste a un condenado,
era un fajo de versos
que nunca me escribiste,
—Cada “no culpable” gritado,
era el arrullo
que el tiempo te robó.
Hoy lo entiendo:
defendiste mi nombre
no en cunas ni cumpleaños,
sino en el papel carbón
de sentencias que otros llaman
“milagros”.
IV. EPÍLOGO: TESTAMENTO DE UN FANTASMA
Padre,
tu toga ya no existe:
la justicia se volvió
un cliente sin rostro
que nadie quiere defender.
Pero en mi pecho guardo
el último recurso que me dejaste:
—Cuando un desconocido me abraza,
sus brazos dibujan
la letra pequeña de tu testamento:
“Perdóname por haberte amado
en lenguaje de tribunales.
Aquí tienes, hija,
todas mis derrotas convertidas
en abrazos.”
Y yo,
que juré no ser abogada,
ahora defiendo tu memoria
con las únicas pruebas admisibles:
lágrimas y tinta.
P.D.
Hoy, donde quiera que estés,
recibe este "Feliz Día" tejido
con los hilos sueltos de tu toga
y los ecos de los "no culpables"
que fueron mi arrullo.
Te recuerdo defendiéndome.
lunes, 9 de junio de 2025
LENTITUD DEL ADIÓS
Título: Lentitud del Adiós. © 2025
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
País: Venezuela.
Me dijiste adiós
con tus labios de último puerto,
y fue entonces que supe:
no se ahoga quien se va,
sino quien se queda
mirando la marea.
Tus palabras —peces de plata—
nadaron hacia el abismo,
mientras yo juntaba sal
en la orilla del tiempo.
¿Qué queda cuando el amor
rompe su propio espejo?
Solo este frío
que me abraza sin tus manos,
solo este eco
de un beso convertido en ceniza.
El adiós no fue relámpago,
fue lenta cicatriz:
una geografía de ausencias
dibujada en mi piel.
Hoy aprendo a caminar
con tu sombra a cuestas —
mi único equipaje—
y en cada noche,
reconstruyo tu nombre
con las estrellas quebradas.
...Porque tu adiós no es destino,
solo es un silencio
que me enseña a arder.
martes, 3 de junio de 2025
Madrugada en el Valle Herido.
Título: Madrugada en el Valle Herido. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
La montaña despierta su espalda verde,
recoge la noche como un manto roto.
Caracas abre los ojos lentamente
mientras el sol derrama miel en los barrancos.
Huele a guayaba y gasolina,
a pan recién horneado en la esquina caliente,
a tierra mojada que aún sueña con raíces
bajo el asfalto agrietado de indiferencia.
Los edificios —cicatrices verticales—
reciben la luz con sus ventanas ciegas.
Pero en una terraza, una abuela desentierra
geranios rebeldes entre cables y quejas.
El Ávila tiñe de violeta sus linderos,
testigo de techos que ya no son rojos,
de niños que suben colinas con uniformes
como pequeñas banderas contra el olvido.
Hay balas dormidas en la hierba húmeda,
pero también un pájaro que rasga el silencio
con un canto tan agudo y pertinaz
que desarma la furia de los hierros.
Esta ciudad no es un verso perfecto:
es metáfora rota, estrofa con sangre seca,
rima forzada entre rejas y guacamayas...
¡Y sin embargo! Mira cómo la luz besa
el kiosko abandonado donde un muchacho
—libreta en mano— escribe un nuevo comienzo.
domingo, 1 de junio de 2025
CONTANDO HUESOS
Contando Huesos no se ofrece como poema, sino como fractura. No pide ser leído, sino acompañado. Es el eco de una cifra que no quiere ser número, de una firma que alguna vez fue canto, de un abrazo que se multiplica para no desaparecer. Aquí no hay versos, hay restos. No hay métrica, hay memoria. Cada símbolo matemático es una ironía, una forma de decir: si me van a medir, que sea por lo que duele. Si me van a contar, que cuenten los derrumbes. Si me van a archivar, que archiven también mis insomnios, mis caricias sin estrenar, mis guerras con la gravedad.
Este poema no busca ser comprendido. Busca ser tocado. Que alguien lo lea con los dedos, con la espalda, con el hueco que deja el aire comprado a plazos. Que alguien lo escuche como quien escucha una ecuación que no resuelve nada, pero revela todo. Que alguien lo diga en voz baja, como quien cuenta huesos en la oscuridad, para que no se pierdan.
Si alguna vez te preguntaron cuántas veces fuiste humana y no supiste qué decir, este poema responde por ti. No con palabras, sino con cifras que tiemblan. No con lógica, sino con alma en porcentaje mínimo. No con respuestas, sino con polvo de estrellas que no se puede intercambiar.
Léelo si quieres, pero no lo leas solo. Léelo como quien acompaña. Como quien reconoce. Como quien se niega a olvidar.
CONTANDO HUESOS.
(Poema-espiral sobre la tiranía de los números que nos definen)
Me miden en decimales de segundo:
—24.597 latidos malgastados
en un beso sin dueño—
El reloj traga mis uñas
y escupe certificados
con mi esperanza de vida
calculada en intermitencias.
Altura: 3 derrumbes apilados.
Peso: 47 sombras por m².
Estado civil: "En guerra con la gravedad".
Firma: un óvalo donde antes cantaba un pájaro.
Saldo disponible:
—3 caricias sin estrenar
—1 lágrima en plazo fijo
—500 gramos de insomnio
convertibles en polvo de estrellas
(intercambio no admitido en esta sucursal).
Cuando el sistema me pida
el número exacto de veces
que fui humana,
mostraré esta ecuación:
(1 abrazo)² + (√100 miradas)
= 0.0001% de alma
+ 99.9% de aire
comprado a plazos.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, 01/06/2025.
Derechos reservados.
TEMBLOR
TÍTULO: TEMBLOR
Soy todas las grietas que una vez no fui y ahora son mis raíces
Tú te alejaste.
No fue el amor lo que faltó:
fue el coraje de mirarme
en los ojos del miedo
y reconocer
que yo era la cobarde.
Invento excusas en voz baja:
—"Fue el tiempo, fueron las circunstancias"—
pero el espejo repite
la misma sentencia:
Huiste de ti misma.
Ahora desciendo
a la mina de los yoes:
“—la que firmó treguas con espejos rotos,
la que bebió sal para saciar la sed,
la que se llamó cobarde
mientras sus uñas cavaban túneles
hacia la luz—"
Preguntas:
—"¿Quién soy, después de tanto fingir?"—
Y la respuesta quema:
Eres la suma de todas las versiones
que no te atreviste a ser.
Y sin embargo...
aquí estoy:
—cobarde, sí, pero viviendo—
con mis heridas abiertas al sol
y mis yoes dispersos
aprendiendo a bailar
en este campo de batalla
que ahora llamo piel.
El espejo ya no acusa:
sus grietas filtran luz.
Y en ese resquicio
—donde antes solo había vergüenza—
brota un musgo terco
que nadie podrá arrancar.
jueves, 29 de mayo de 2025
Tus Labios
lunes, 26 de mayo de 2025
Tus Ajenos Labios (Labios de Arena)
Título: Tus Ajenos Labios (Labios de Arena)
Nombre: Norma Cecilia Acosta Manzanares
País: Venezuela.
Tus besos son playas que visito de noche,
donde el mar borra mis huellas al marcharme.
Cada caricia, una ola que se lleva
pedazos de mí que no sabía que existían.
¿Cómo abrazar lo que se deshace?
Tu amor escribe en mi piel con tinta de espuma,
letras claras que el sol devora al alba.
Soy un faro que ilumina naufragios ajenos.
En tu boca guardo secretos que no son míos,
monedas de un idioma que no aprendí.
Me pierdo en tu mapa de fronteras movedizas,
donde cada te quiero es una bandera blanca.
Cuando te vas (y siempre te vas),
la marea deja en mi orilla
conchas vacías que parecen susurrar:
"Aquí hubo algo que el océano ya no recuerda".
sábado, 24 de mayo de 2025
GEOGRAFÍA DEL TEMBLOR
sábado, 10 de mayo de 2025
HABLO AL MUNDO
Hablo al Mundo © Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Miro al mundo y pregunto:
¿Qué cuchillo dibujó este mapa en mi costado?
No una herida, sino un río
que arrastra ciudades de lo que callé.
Las lágrimas no son lágrimas:
son hachas partiendo espejos,
cristales que al caer
revelan mi rostro multiplicado.
El insomnio talla estatuas con mis huesos,
la noche es un ácido que escribe
versos en la piel.
Nadie dijo que el dolor fuese poético.
Pero en este laberinto de sombra y tinta,
alzo una bandera hecha de cicatrices:
cada paso no es huella,
es un terremoto.
Me deshago.
Me invento.
Soy ceniza que aprende a incendiar océanos,
un fantasma que construye diques
con los dientes.
El frío no me quiebra:
lo muerdo y escupo diamantes.
El viento no es viento:
es mi aliento volviendo del abismo.
Ya no grito traición,
sino aquí estoy,
con mis manos que ahora son puentes,
mis labios que ahora son ley.
Y perdono, no porque olvide,
sino porque sé
que el rencor es un nudo
y yo tejí estas alas para volar.
Hablo al mundo desde el cráter
que dejó tu nombre:
no con rabia de huracán,
sino con la calma feroz de los volcanes.
lunes, 5 de mayo de 2025
Madre: Constelación de Raíces.
Título: Madre: Constelación de Raíces.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares
País: Venezuela.
Derechos Reservados de Autor.
Tus manos, surcos donde germina mi nombre,
cosecha de silencios y pan tierno,
labraron en mi piel el primer horizonte,
un idioma de luna y trigo eterno.
Eres el árbol que doma la tormenta
sin quebrarse, voz de savia en invierno;
y en tus ramas —nido de memorias—
el mundo aprende a ser ligero y verde.
Tu risa fue rocío sobre mi infancia,
un río de asombros, espejo sin sombra;
tus canas, ahora, constelaciones
que trazan caminos en mi reflejo.
No hay noche que no alumbre tu costumbre
de tejer auroras con hilos del recuerdo:
cada arruga, un mapa; cada arrullo,
un puerto donde el tiempo se hace sueño.
Si la distancia araña mis mañanas,
tu nombre crece en mí como un venero:
raíz que canta bajo la ceniza,
fuego que el viento nunca apaga.
Y cuando la penumbra aceche el camino,
serás barca, faro, rumor de suelo,
la canción sin letra que repite el alma
cuando el miedo olvida su propio nombre.
Al final, solo quedará tu eco:
vientre de estrellas, cuna del regreso,
y en mi oído, ese son que no se escribe...
(como el viento en el trigal: shhh-huuun, shhh-huuun).
viernes, 2 de mayo de 2025
El Héroe Nocturno de Cunaviche: Bombas, Gatos y un Oscar al Drama Vecinal.
Título: El Héroe Nocturno de Cunaviche: Bombas, Gatos y un Oscar al Drama Vecinal.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
País: Venezuela.
En el exclusivo (y ahora estridente) residencial Cunaviche, un vecino anónimo ha decidido convertirse en el Guardián de la Madrugada, combatiendo a hordas de perros callejeros con la sutileza de un Rambo en año nuevo. Su arma secreta: fosforitos, esos artefactos que —según él— son tan inofensivos como un abrazo de oso, pero que suenan como si el apocalipsis hubiera decidido mudarse al estacionamiento.
Los gatos, esos peludos “ los ocupas” que adornan los porches con su elegancia callejera, han sido las víctimas colaterales de esta épica batalla. Mientras los perros huyen (o quizás se ríen entre ladridos), los felinos, expertos en el arte del drama, han optado por mirar al vacío con desprecio filosófico: ¿En serio usan pirotecnia? Nosotros cazamos ratones en silencio, como gente decente.
El Comité de Paz de Cunaviche, liderado por humanos con más sentido común que nuestro héroe pirotécnico, ha respondido citando leyes como si fueran hechizos de Harry Potter. La Ley de Protección al Adulto Mayor fue invocada para proteger abuelitos de infartos, el Código Penal para recordar que en Venezuela hasta los gatos tienen abogados, y la LOPNNA para evitar que los adolescentes, privados de sueño, se conviertan en zombis antes de los exámenes.
Pero nuestro vecino misterioso, cual Batman sin capa (pero con mechero), persiste. ¿Su motivación? Un odio visceral a los ladridos… o quizás un trauma infantil con un Chihuahua. Mientras tanto, los otros residentes especulan: ¿Será un ex ingeniero de cohetes? ¿O un fanático de “Transformers” que confundió el estacionamiento con una zona de guerra?.
La administración del condominio, en un giro digno de telenovela, amenaza con denuncias que probablemente terminen en un ¡Corte los fosforitos o le cortamos el agua! Mientras tanto, los gatos, ya acostumbrados al espectáculo, planean su venganza: maullar en coro a las 3 AM. Justicia poética en 4 patas.
Epílogo: La historia ha llamado la atención de la BBC (Brigada de Bichos Callejeros), que nominó a Cunaviche al Premio Mundial al Absurdo Vecinal 2025, compitiendo con un hombre en Noruega que declaró la guerra a los caracoles de su jardín usando salchichas. El ganador se anunciará en una gala… con estrictamente cero pirotecnia.
jueves, 1 de mayo de 2025
CADENAS INVISIBLES
Título: Cadenas Invisibles.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
País: Venezuela.
En la ciudad de Hierro Gris, donde los rascacielos se alzaban como jaulas de cristal y acero, vivía Lucas. Cada mañana, al sonar su alarma a las 5:00 a.m., él repetía la misma rutina: café amargo, corbata ajustada y un tren abarrotado que lo llevaba a la Corporación Eternis, donde trabajaba como analista de datos. Su salario le permitía pagar un minúsculo apartamento, una suscripción a servicios de entretenimiento y deudas estudiantiles que nunca parecían reducirse. "Es temporal", se decía, mientras tecleaba números en una pantalla que nunca le devolvía la mirada.
La oficina de Eternis era un laberinto de luces led y sonrisas forzadas. Las paredes estaban adornadas con frases como "Tu esfuerzo define tu libertad" y "El éxito es una elección". Pero Lucas notaba cosas: los empleados que se atrevían a cuestionar los turnos extras sin pago eran "reubicados". Los que enfermaban por estrés desaparecían de los grupos de chat. Los jefes hablaban de "flexibilidad laboral", pero los relojes biométricos registraban cada segundo de su presencia.
Un día, durante una reunión, el gerente anunció el programa "Emprende tu Futuro", una iniciativa para que los empleados desarrollaran "proyectos personales" en sus horas libres, con la promesa de que Eternis invertiría en los mejores. Lucas, entusiasmado, pasó noches enteras diseñando una app para gestionar tiempos de descanso. Cuando la presentó, recibió una palmada en la espalda y un correo automático: "Gracias por su contribución. Todo código desarrollado durante su contrato es propiedad intelectual de Eternis, según cláusula 7-B". Su idea, le explicaron, ahora era parte de un paquete de software vendido a otras empresas.
Esa noche, Lucas caminó hasta el bar El Último Respiro, donde encontró a Clara, una ex compañera que había renunciado para abrir su propio negocio. "¿Crees que soy libre?", le dijo amargamente, señalando su local vacío. "Pago impuestos estratosféricos, cumplo regulaciones escritas por cabilderos de las corporaciones, y si quiero vender café orgánico, debo comprarlo a un monopolio que fija los precios. Al final, solo somos esclavos con facturas propias".
Lucas volvió a su apartamento, pasando frente a pantallas gigantes que anunciaban: "¡Conviértete en tu propio jefe!". En su buzón, una carta de la clínica mental recordaba que su terapia para la ansiedad ya no estaba cubierta por el seguro corporativo. Abrió LinkedIn y vio publicaciones de colegas celebrando sus "jornadas maratónicas" y "la cultura de alto rendimiento".
Esa madrugada, soñó con un barco. No eran esclavos encadenados en sus remos, sino personas con trajes elegantes, sonrientes, tecleando en laptops mientras el barco se hundía. El capitán, con el rostro del CEO de Eternis, gritaba: "¡Remen más rápido! El mercado lo exige".
Al despertar, Lucas entendió: la esclavitud nunca se abolió, solo se actualizó. Les dieron nombres bonitos —emprendedor, freelance, profesional independiente—, pero las cadenas seguían allí, monetizadas, algoritmizadas, disfrazadas de libertad. Podías "elegir" tu jaula, pero no salir del zoológico.
Y así, mientras el sol se alzaba sobre Hierro Gris, Lucas siguió tecleando. Porque incluso sabiendo la verdad, el sistema estaba diseñado para que creyeras que la única opción era seguir jugando.
Fin.
PD: En la última escena, alguien en el tren susurraba sobre un sindicato clandestino que operaba en las sombras. Pero esa, tal vez, es otra historia…
miércoles, 30 de abril de 2025
Gatillo y Exilio
Imagen tomada de Internet.
Título: Gatillo y Exilio.
Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos de autor reservados.
Las balas no salen solas.
Duerme la pólvora en la cacha,
silenciosa, quieta, inmóvil.
Hasta que alguien decide llamarla
y la piel se convierte en frontera
sin regreso.
Llamemos gatillos el exilio.
El instante en que una decisión
se convierte en sentencia,
en marcha forzada, en un cuerpo
desprendido de su historia.
Las palabras también pueden ser balas.
Algunas disparan decretos,
otras condenan sin sonido,
otras construyen muros invisibles
que separan rostros, nombres,
hogares que ya no existen.
Si no querían que existiera,
¿por qué la guardaban?
¿Por qué la decisión estuvo siempre ahí,
esperando el momento
de rasgar el aire
y desterrar la vida
en un solo movimiento?
El exilio es doble muerte:
la de marcharse
o la otra,
adentro,
en el propósito sin elección.
El exilio es un mapa sin regreso,
un camino sin huellas,
un eco que muere
antes de pronunciarse.
Es una bala sin sangre,
una herida sin piel,
un grito que nunca
encuentra respuesta.
Si has sentido el peso del exilio, cuéntame: ¿qué significa para ti?
jueves, 17 de abril de 2025
El Evangelio Según El Hipócrita.
El Evangelio Según El Hipócrita.
© 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.
Prólogo:
En Valle Oscuro, el Miércoles Santo no es un día, sino una advertencia. Los vientos arrastran pétalos de flores negras desde el cementerio hasta los umbrales de las casas, y en la iglesia, el incienso huele a cera quemada y monedas oxidadas. Pero el verdadero culto no ocurre entre bancas de madera, sino en el mercado de las almas, donde los pecados se pesan en balanzas de bronce y los chismes se venden por puñados de sal.
Este libro no es una colección de relatos. Es un inventario.
Entre estas páginas hallarás:
- Un libro de contabilidad con páginas manchadas de sangre seca, donde los nombres de los muertos se escriben al revés.
- 30 monedas de plata que brillan menos cuanto más las limpias.
- Un rosario cuyas cuentas son lágrimas petrificadas de quienes creyeron que la culpa era solo un rumor.
Todo comenzó cuando un niño encontró, bajo las tablas podridas del mercado, un pergamino titulado "Registro de Deudas Espirituales". En él, alguien había anotado:
- Adela: 124 piedras lanzadas, 458 moscas escupidas.
- Judas: 30 monedas aceptadas, 1.203 susurros vendidos.
- El Bendito: 77 sellos falsificados, 3.419 migajas de pan robadas.
Al final de la lista, en letras minúsculas, decía:
"Próximo cliente: Tú".
Los relatos que leerás son las actas de ese libro. No los explores buscando moralejas. Aquí, las oraciones son transacciones, los milagros son trampas contables, y la redención… bueno, la redención es una deuda que solo se salda con intereses.
Antes de pasar la página, respóndete con honestidad:
¿Qué mercancía guardas en los pliegues de tu túnica?
¿A cuánto cotizan tus silencios?
Y sobre todo, recuerda: Dios no perdona. Lleva un registro.
—Fragmento del sermón perdido del padre Agustín, encontrado bajo una losa del mercado de Valle Oscuro.
Las Monedas del Silencio
Un relato de traición, chismes y culpa en el Miércoles Santo.
El Mercado de las Sombras.
En el pueblo de Valle Oscuro, el Miércoles Santo no se celebraba con procesiones, sino con susurros. Era el día en que los comerciantes bajaban las miradas al pasar frente a la iglesia, como si las paredes escucharan sus secretos. Y en el centro de ese silencio incómodo estaba Judas, el supervisor del mercado.
Judas no era su nombre real, pero todos lo llamaban así desde que, años atrás, había entregado a su mejor amigo por un puesto de poder. Era alto, con una sonrisa que parecía tallada en mármol, y siempre llevaba un escapulario de plata que besaba antes de difundir un chisme.
—Hermano, te lo digo por tu bien —murmuraba a los vendedores—. Dicen que el padre Agustín usa las limosnas para comprar licor.
—¿Viste a Clara, la panadera? Su marido la dejó… Algo habrá hecho.
Sus rumores no eran inocentes. Los dosificaba como veneno, y cuando alguien caía en desgracia, Judas extendía sus manos limpias y decía:
—Reza, hijo mío. Yo también sufrí por ti.
La Última Moneda.
Ese año, el Miércoles Santo amaneció con un calor asfixiante. Judas había inventado una mentira letal: Clara, la panadera, estaba embarazada de un hombre casado. El chisme corrió como pólvora. Los feligreses dejaron de comprarle pan, y los niños le arrojaron piedras al grito de "¡Pecadora!".
Pero Clara no era débil. Esa tarde, mientras Judas contaba monedas en su puesto, lo confrontó:
—Sé que fuiste tú. ¿Cuánto te pagaron para arruinarme?.
Judas se llevó las manos al pecho, como si el escapulario lo protegiera:
—¿Yo, hermana? Solo transmití lo que el pueblo ya sabía… Tu conciencia te acusa, no yo.
Clara, con los ojos llenos de lágrimas secas, le arrojó una bolsa de tela. Dentro había 30 monedas de plata, las mismas que Judas había exigido a los comerciantes para protegerlos de rumores.
—Toma tu precio —dijo—. Pero recuerda: hasta el diablo sabe contar.
El Peso de las Alas.
Esa noche, durante el oficio de Tinieblas, Judas se quedó solo en el mercado. Las velas de la iglesia se apagaron una a una, y en la oscuridad, escuchó risas. Eran sus propias palabras, repetidas por voces infantiles:
—¡Clara es una cualquiera! ¡El padre Agustín es un borracho!.
De pronto, sintió un dolor agudo en la espalda. Dos protuberancias brotaron de sus omóplatos: alas, pero no de ángel. Eran negras, retorcidas, como las de un murciélago maldito. Trató de arrancárselas, pero cuanto más forcejeaba, más crecían.
—¿Qué soy? —gritó, mirando su reflejo en un charco de agua sucia.
Una voz respondió desde las sombras, fría como el metal de las monedas:
—Eres lo que siempre fuiste: el Judas que vendió hasta su sombra.
El Jueves del Silencio
Al amanecer, encontraron a Judas colgado de las vigas del mercado, no con una soga, sino con su propio escapulario. No estaba muerto, sino atrapado en un castigo absurdo: sus alas lo mantenían suspendido en el aire, pero cada vez que intentaba hablar para defenderse, solo salían moscas de su boca.
El pueblo, en vez de ayudarlo, se limitó a rezar. Era Miércoles Santo, y todos sabían la regla no escrita: quien siembra chismes en Valle Oscuro, cosecha sus propias alas.
Clara, desde lejos, lo observó mientras amasaba pan. No sonrió, no lloró. Solo susurró:
—30 monedas… Ni siquera fuiste barato, Judas.
Reflexión Final
En Valle Oscuro, el Miércoles Santo no se llora a Cristo, sino a los Judas de mentira que caminan entre nosotros. Ellos creen que sus rumores son piedras que solo hieren a otros, pero ignoran la ley del mercado de las almas: cada moneda de plata aceptada por callar… o por hablar, es un eslabón en la cadena que los ata al vacío.
¿Y tú?
¿Cuántas monedas has guardado en tus bolsillos mientras tus alas crecen en silencio?
Título: "El Mercader de los Jueves Santos"
Un relato para inquietar el alma.
En los días de la Pasión, cuando Jerusalén se ahogaba en el polvo y el incienso, había un mercado junto al camino donde Jesús cargaba su cruz. Entre puestos de dátiles y telas, destacaba un vendedor al que todos llamaban "el Bendito". Repartía panes sin cobrar, ayudaba a ancianos a cargar sus fardos y sus palabras eran miel: "El amor al prójimo nos salvará". Hasta los sacerdotes elogiaban su devoción. Pero en las noches, entre las sombras de las carpas cerradas, el Bendito contaba monedas robadas y reía.
Nadie supo jamás su verdadero nombre.
El problema comenzó cuando un nuevo administrador llegó al mercado, enviado por la iglesia para ordenar los registros de ofrendas. Descubrió que el Bendito adulteraba las donaciones: vendía aceite consagrado a mercaderes paganos, falsificaba sellos en los sacos de trigo y culpaba a los esclavos cuando algo faltaba. Cada vez que el administrador le señalaba un error, el Bendito bajaba la mirada y murmuraba:
—Hermanos, oren por mí… Soy débil, pero mi fe es fuerte.
Pero al anochecer, entre sus cómplices, escupía:
—Ese administrador es un calavera… ¿Creen que su iglesia de ratas me vencerá?.
Sus blasfemias olían a azufre.
Jueves Santo: La Traición en el Huerto.
Esa tarde, mientras Jesús lavaba los pies de sus discípulos, el administrador ordenó que toda transacción fuera sellada con un sello de cera bendita. El Bendito, acorralado, preparó su jugada final. Cambió las monedas de plata destinadas a los templos por piezas falsas, y cuando el administrador lo descubrió, gritó frente a la multitud:
—¡Él es el ladrón! ¡Quiere manchar mi obra sagrada!.
Intentó golpearlo, pero un joven esclavo lo detuvo. El Bendito huyó hacia la iglesia, donde los ancianos escuchaban quejas. Allí, con lágrimas de cocodrilo, anunció:
—Renuncio a este lugar… Mi alma no soporta tanta envidia.
Los ancianos, indiferentes, extendieron un documento. Firmó con una cruz dibujada en sangre de cordero, y al salir, su sonrisa era la de un lobo satisfecho.
Viernes Santo: El Peso de la Cruz.
Mientras clavaban a Cristo en el madero, el Bendito celebró su victoria bebiendo vino adulterado en una taberna oculta. Pero algo ocurrió al caer la noche. Los panes que había robado comenzaron a sangrar miel negra. Las monedas falsas se pegaban a sus manos, quemándole la piel. Voces susurraban en hebreo desde las paredes: “Arrecho… Mamaguevada… Hipócrita", repitiendo cada insulto que él había lanzado.
Corrió al Gólgota, buscando refugio entre la turba, pero al ver a María llorar, escupió:
—¡Loca! Tu hijo eligió morir… ¡Yo jamás seré tan débil!.
Un centurión, reconociéndolo por el olor a incienso podrido que ahora lo perseguía, lo señaló:
—¡Él vendió el aceite sagrado a los romanos!.
Lo arrastraron al mercado, donde la multitud, la misma que un día lo alabó, lo apedreó hasta dejar su cuerpo irreconocible.
Domingo de Resurrección: El Fantasma sin Redención.
Al tercer día, cuando las mujeres encontraron la tumba vacía, el cuerpo del Bendito amaneció en el centro del mercado, rodeado de panes mohosos y sellos rotos. Su rostro, antes sereno, estaba petrificado en un gesto de rabia, los ojos blancos como huevos de víbora. Lo más terrorífico no era su muerte, sino su resurrección: cada año, en Semana Santa, regresa al mercado.
Se le ve deambular entre puestos, intentando vender misericordias falsas, pero sus palabras se convierten en arañas. Las monedas que ofrece son escarabajos. Y cuando alguien le pregunta su nombre, solo atina a gruñir:
—Yo soy… el Bendito.
Pero la iglesia, en su infinita ironía, lo condenó a un milagro invertido: vive para siempre, nadie lo recuerda, y sin embargo, todos lo ven.
Reflexión final:
¿Cuántos Benditos pululan entre nosotros, usando máscaras de santidad para robar, mentir y envenenar? Él eligió ser esclavo de su propia farsa, creyendo que la iglesia —o el mundo— era tan ciego como su orgullo. Pero hasta los mercados de Dios tienen registros… y las mentiras, tarde o temprano, se firman con la propia sangre.
¿Qué vendemos en el mercado de nuestra alma cuando nadie nos ve?
Título: Las Piedras que Hablan en Viernes Santo.
Un relato sobre chismes, mártires falsos y alas podridas.
Jueves Santo: El Coro de los Susurros.
En el pueblo de San Silencio, nadie rezaba con más devoción que Adela, la directora del coro de la iglesia. Vestida siempre de blanco, con un rosario de perlas y una sonrisa que los feligreses llamaban "la sonrisa de la Virgen", Adela organizaba las procesiones, visitaba enfermos y recogía las confesiones más íntimas de las mujeres del pueblo. Pero en las noches, tras cerrar la iglesia, tejía chismes como arañas tejen sus telas.
—¿Vieron a Marta, la viuda? Dicen que llora tanto al difunto porque lo envenenó —susurraba Adela a las ancianas, mientras repartía hostias sin consagrar.
—El padre Ramón pasa horas con el niño huérfano… Algo impuro debe ocultar —comentaba al sacristán, dejando caer las palabras como monedas en un pozo.
Los rumores de Adela no eran inocentes: los dosificaba para sembrar caos y luego aparecer como la pacificadora. Cuando alguien se ahogaba en la culpa, ella extendía sus alas de compasión:
—Rezaremos por tu alma, hija mía —decía, abrazando a quien su propia lengua había herido—. Dios perdona… si te arrepientes.
Viernes Santo: La Piedra que Cayó del Cielo.
Ese año, la procesión de San Silencio llevaba un nuevo paso: Cristo del Perdón Olvidado. Adela, en su papel de devota, caminaba detrás de la imagen con los ojos bajos y las manos juntas. Pero al pasar frente a la casa de Marta, la viuda acusada de asesinato, gritó:
—¡Mirad! ¡Esa mujer tiene las manos manchadas!.
La multitud, enardecida por años de rumores, comenzó a arrojar piedras. Marta, desesperada, corrió hacia la iglesia, pero Adela bloqueó las puertas con su cuerpo:
—Este es un lugar sagrado, hermana. No profanes más el templo.
Marta murió en el atrio, aplastada por las piedras de los mismos que horas antes le habían llevado flores. Adela, con lágrimas de actriz, se arrodilló junto al cadáver:
—¡Pobre alma! El demonio la venció… Roguemos por su descanso.
Sábado de Gloria: Las Alas que Pudren.
Esa noche, mientras el pueblo velaba a Marta, Adela subió al campanario para lanzar su chisme final:
—Marta dejó una carta… Confesó su culpa y maldijo al padre Ramón —anunció, mostrando un papel en blanco.
Pero al bajar las escaleras, resbaló. Su tobillo se hinchó como un fruto podrido, y al mirarse en el espejo del baptisterio, vio que su espalda sangraba. Dos protuberancias negras brotaban de sus omóplatos: alas deformes, cubiertas de pus y plumas de cuervo.
—¡Es un milagro! —mintió al sentir que la observaban—. ¡El Señor me ha marcado como su mensajera!.
Pero las alas apestaban a carne muerta, y cada vez que Adela abría la boca para acusar a alguien, de sus labios salían moscas.
Domingo de Resurrección: El Eco que Nadie Oye
Al amanecer, el pueblo encontró a Adela colgada boca abajo en el campanario, sus alas negras atrapadas entre las cuerdas de las campanas. No estaba muerta, sino maldita: las moscas que escupía se convertían en avispas que picaban a los niños, y cada vez que intentaba rezar, el rosario le quemaba las manos.
El padre Ramón, cansado de sus mentiras, la encerró en la cripta de la iglesia. Allí, Adela sigue susurrando chismes a las paredes, creyendo que alguien la escucha. Pero solo las ratas repiten sus palabras, y cada Semana Santa, cuando las campanas repican, su voz se mezcla con el sonido… pero todos fingen no oírla.
Reflexión final:
¿Cuántas Adelas existen, usando altares y rosarios para disfrazar sus dagas de palabras? Ella creyó que sus chismes eran piedras que solo golpeaban a otros, pero no entendió la ley del Viernes Santo: cada rumor es un boomerang divino. Al final, las alas que tanto exhibió para parecer santa ahora son la jaula que todos ven… pero nadie nombra.
-¿Qué piedras has lanzado mientras escondías tus alas?
Epílogo: "Sábado de Gloria: El Inventario de las Almas"
La Última Cuenta
En Valle Oscuro, el Sábado de Gloria no se celebra la Resurrección, sino se auditan las deudas. Los niños, únicos inocentes en un pueblo de adultos marchitos, juegan a buscar monedas brillantes entre las grietas del mercado. Pero Lázaro, un niño de diez años que sobrevivió a los chismes de Judas, las hostias envenenadas de Adela y los panes sangrantes del Bendito, encontró algo más peligroso:
- Una bolsa de tela con 30 monedas frías, grabadas con nombres de difuntos.
- Un rosario cuyas cuentas eran ojos de vidrio que parpadeaban.
- Un sello de cera con el rostro de un ángel sonriente, pero al voltearlo, mostraba una serpiente.
Los adultos le advirtieron: "Tíralos, hijo. Esas cosas son de los condenados". Pero Lázaro, que había aprendido a leer en los labios de las tumbas, sabía que el verdadero peligro no eran los objetos, sino la tentación de usarlos.
El Ritual del Olvido
Esa noche, mientras el pueblo cantaba "Gloria" en la iglesia, Lázaro cavó un hoyo bajo el árbol de Judas, donde años atrás colgaron al supervisor. Allí enterró:
1. Las monedas: Una por cada chisme que escuchó en el mercado.
2. El rosario: Enrollado como una serpiente momificada.
3. El sello: Roto en tres pedazos, cada uno con una letra: M, A, L.
Al cubrir el hoyo, una voz susurró desde las raíces:
—Tú podrías ser el nuevo Bendito… El nuevo Judas… ¿Por qué no tomas tu precio?.
Lázaro, sin mirar atrás, respondió:
—Porque vi lo que les hicieron las monedas… y preferí mis manos vacías.
Lunes de Pascua: El Silencio que Heredamos.
A la mañana siguiente, el hoyo estaba cubierto de flores negras. Nadie supo explicar su origen, pero los adultos evitaron el árbol. Lázaro, sin embargo, regresaba cada tarde a leer bajo sus ramas. Un día, encontró una tablilla de arcilla entre las raíces. Decía:
Inventario del Alma de Valle Oscuro:
- 1023 chismes sin expiar.
- 458 monedas de sangre.
- 1 niño que eligió no vender su silencio.
- Balance: "La deuda sigue vigente."
Al voltearla, vio su nombre grabado al revés, como si el barro lo hubiera escrito desde el infierno.
Reflexión Final: ¿Qué Contabilidad Llevas en tu Alma?
Los mercados de Dios no cierran. Ni en Semana Santa, ni en Sábado de Gloria. Cada rumor, cada moneda aceptada, cada lágrima falsa, se anota en un libro que nadie lee… hasta que el peso de las deudas rompe el lomo.
Lázaro creció y se fue del pueblo. Pero dicen que cada Miércoles Santo, alguien deja una moneda sin dueño en el atrio de la iglesia. Y si te acercas, puedes oír el susurro de las flores negras:
—¿Ya revisaste tu inventario?.
✝️
20 Formas de Amar y una Mosca Zumbando.
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