domingo, 21 de septiembre de 2025

GAZA.

En Gaza, un niño arrastra entre escombros  

el silencio pesado de su hermano. Un lamento  

que el viento —ceniza y nombres rotos—  

no borra del mapa ni apaga en su intento.  


El pequeño, con los ojos ya de vidrio,  

guarda un sueño que interroga al suelo:  

¿por qué esta losa que el odio construyó  

sobre cimientos de olvido y tratados viejos?  


La arena, geografía de su infancia,  

se enrojece con cada paso vivo.  

Cada lágrima es un surco que avanza,  

cada nombre, un árbol no nacido.  


Mientras, tras cristales de oficinas frías,  

cifran en números su moral de plomo.  

Sus hijos juegan bajo techo y almohada,  

y el nuestro aprende a dormir sin lodo.  


Que este poema no sea solo herida,  

sino semilla que rompa el muro exacto:  

una raíz que busque en la mentira  

el agua oculta bajo el suelo ardiendo.  


Autora Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Caracas, Venezuela.
Derechos Reservados de Autor.

sábado, 20 de septiembre de 2025

PESO DEL MUNDO.


Título: Peso del Mundo.

Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, Venezuela.


​El norte y sus tratados de papel dorado,

el sur con su silencio de escombros.

La izquierda susurra justicia en viejos sueños,

la derecha impone su silencio de armas.

¿Y el centro?

El centro es el cuerpo que recibe cada bala,

pero nunca la respuesta,

solo el eco de un grito que el mundo no escucha.

​Nos hablaron de paz en salones pulidos,

pero la paz tiene ojivas que laten,

y el hambre es su protocolo, su letra pequeña.

Nos dijeron que la pobreza es un problema,

pero es un arma:

biológica, sin sonido, letal.

Te mata sin que tiemble el aire,

te entierra sin tumba,

te borra sin dejar un nombre,

como un suspiro que el viento se llevó.

​Hay más bombas que migajas en las mesas,

más discursos que el pulso de la vida,

más fronteras en la mente que abrazos en el alma.

La humanidad no se divide en ideologías,

se divide en estómagos saciados

y estómagos que aprenden a callar,

a sobrevivir sin orgullo,

a existir sin poder respirar.

​El hambre no es un vacío,

es una estrategia.

No te nutre,

te domestica.

No te mata de golpe,

te enseña a vivir sin dignidad,

a agradecer las sobras

y a olvidar el sabor de la libertad.

​Y mientras tanto,

la paz se vende en vallas que prometen,

con sonrisas de niños que no saben

que las cámaras se apagan

y el arroz nunca llega a su plato.

Sonrisas que se vuelven ceniza

en el silencio de las noches sin estrellas.

​Este poema no busca quién tiene la culpa,

busca quiénes son los testigos.

No pide respuestas,

quiere que no se olvide,

que el dolor no se pierda en el eco del tiempo,

el dolor de aquellos que llevan el peso del mundo

sin que nadie les pregunte cómo están.





La Paz Que No Me Apunta.


Pintura:  "La creación... De la paz" del artista plástico Alejandro Costas. 



Título: La Paz Que No Me Apunta.

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Caracas, Venezuela.



Me prometieron una patria de himno y bandera,

pero el eco de sus voces se ahogó en mi estómago vacío.



Me juraron paz entre uniformes y botines pulidos,

pero solo la hallé en el temblor de un cuerpo herido,

en la grieta donde anida el miedo sin disfraz.


La bandera flamea sobre el hueco de un disparo,

un vacío que sabe a pan robado.

El "enemigo" grita desde la pantalla encendida,

mientras el verdadero ladrón de calma

ronca en la acera de al lado,

tan vacío y quebrado como yo.


¿Quién defiende a quien de su propio defensor?


No me hablen de defensa si este cuerpo se desmorona

por sed que no sacia,

por luz que no llega,

por ausencias que pesan más que cualquier fusil.


La pistola que dicen me protege

me apunta cuando cuestiono.

La voz que dice guiarme

me silencia cuando nombro mi hambre.


No quiero una paz con olor a pólvora,

quiero una paz con sabor a arroz en el plato,

a insulina en las venas,

a la certeza de que mi hijo no morirá

esperando lo que nunca llega.


La patria no se defiende con balas,

se defiende con humanidad que no selecciona,

con techos que resisten la lluvia y la indiferencia,

con niños que aprenden palabras antes que silencios.


Si esta es la paz que me ofrecen,

prefiero el grito honesto de la calle.

Si esta es la patria que dibujaron,

devuélvanme la piel que tenía

antes de que el mundo me enseñara a sangrar.


domingo, 7 de septiembre de 2025

El Humo y la Nicotina.


 
El Humo y la Nicotina

Obra en once cuerpos y una aceptación

Norma Cecilia Acosta Manzanares © 2025

Caracas, septiembre de 2025


Dedicatoria.

A quienes han amado con olor a humo.

A quienes han temblado sin ser vistos.

A quienes no pudieron dejarlo,

pero tampoco dejaron de ser.

A mi cuerpo,

que sigue aquí.

—Norma Cecilia Acosta Manzanares


PRIMERA CALADA

Origen.

Antes de la primera calada,

ya estabas tú.

No en los pulmones, sino en la nariz,

pegado a la seda de su blusa.

Yo, pequeño animal que busca el calor,

enterraba la cara en su pecho

y respiraba hondo:

el aroma del cansancio,

el perfume de su batalla.

Amé ese olor ácido y amargo

como se aman las cosas sagradas.

Amé el humo que se enredaba en su pelo

porque era el aura de mi diosa.

Nací de ese olor.

Mi pacto no se firmó con tabaco,

se selló con cada abrazo

que me dejaba impregnado

del rastro de su fuego.

Nunca repudié al espectro.

En el fondo,

lo amaba.

Porque primero,

olía a ella.


Presentación.

Esta obra no se ofrece como alivio. Se ofrece como testimonio.

Aquí no se expulsa el espectro: se le da nombre.

Aquí no se limpia la herida: se le permite hablar.

El Humo y la Nicotina es una secuencia de cuerpos escritos desde la sombra, desde el temblor, desde el pacto que no se rompe con voluntad. La nicotina, el amor, el silencio, el cuerpo — todos aparecen como espectros que no se van, pero que pueden ser dignificados.

Cada poema es una respiración contaminada.

Cada verso, una calada que no pide permiso.

Cada temblor, una forma de seguir viva.


POEMAS.

I. Nicotina (Espectro)

Su humo es un caminar lento que desaparece en el aire.

Te jala y se queda.

Un demonio que ningún exorcismo rasga.

Hace temblar las manos, espectro que domina.

Te transforma en hedor, impone su reino.

Prevalece como la soledad, su compañía en un puto caro.

Infecta la vida.

Siembro árboles negros en tu pecho,

y los riego con cada calada.



II. Desde el Pecho Sembrado.


Te vi llegar como bruma,

no pediste permiso.

Entraste por la herida abierta,

no por la boca.

No eres humo, 

eres sombra que se pega a los huesos.

No eres placer, eres pacto.

Y yo, sin saberlo, firmé con cada temblor.

Me hiciste jardín de cenizas.

Negros los árboles, sí,

pero también míos.

Los riego porque no sé cómo dejar de hacerlo.

No te exorcizo.

Te nombro.

Y al nombrarte, te arrastro al poema,

donde ya no mandas.



III. Donde el Humo se Queda.


El amor llegó con humo,

no con flores.

Nos besamos entre caladas,

como quien comparte una herida tibia.

No me pidió que dejara de fumar.

Me miró mientras sembraba ramas negras en mi pecho,

y dijo:

«Así también te amo.»

La vida se me ennegreció,

pero no se apagó.


IV. El Silencio.


No es vacío.

Es el eco de lo que no se pudo decir,

pero se sintió.

Habita los huesos como humedad antigua.

No se rompe con ruido,

se escucha con el cuerpo.

El silencio no es paz.

Es memoria que no quiere espectáculo.


VI. Corro a Ti, Pero Fumo.


Cuando te dejé

no se fue el temblor.

Todos los días quiero correr a ti,

pero corro al cigarro.

Ayudo al vicio,

le doy mi pena,

le doy el amor que no supo quedarse.

La nicotina no me juzga.

Me espera.

Me abraza con su hedor.


VII. Desde el Humo que Ya es Mío


No lo fumo.

Lo respiro.

Ya no hay distancia entre el espectro y yo.

El humo me precede.

Llega antes que mi palabra.

No lo odio.

No lo amo.

Lo reconozco.

La vida la enluto con ramas negras,

pero florecen.


VIII. Pulmón.

Negro.

No por muerte,

sino por memoria.

Cada calada es un verso que no se escribe,

pero se queda.

El pulmón no grita.

Respira con dolor,

pero respira.


IX. Boca.


La boca no dice.

Inhala.

Calla.

Recibe el espectro como amante,

como dios menor.

La lengua ya no canta,

solo guarda humo.


X. Mano.


Tiembla.

No por miedo,

sino por pacto.

La mano que sostiene el cigarro

también sostuvo promesas.

Ahora sostiene sombra.


XI. El Exorcismo de la Nicotina.


No traje agua bendita.

Traje mi cuerpo.

Tembloroso,

pero mío.

No invoqué santos.

Invoqué memoria.

La primera calada,

el primer abandono,

el primer beso con humo.

No grité.

Respiré.

Y al respirar,

lo vi:

no era demonio.

Era compañía torcida,

era pacto sin firma.

Lo enfrenté sin odio.

Le dije:

«Ya no te necesito para doler.»

Y el humo no se fue.

Pero yo sí.

Me fui de su altar,

aunque el olor me siga.

¿Quién mata más?

¿El humo?

¿La jalada?

¿La puta dependencia?

¿O tú?

No hay respuesta.

Solo ramas negras.

Solo el cuerpo que sigue aquí.


Aceptación del Yo.


No soy redención.

Soy presencia.

Soy cuerpo que fuma,

que ama,

que tiembla,

que escribe.

Soy yo.

Y eso, aunque duela,

es suficiente.


Reflexión.

No todo lo que se queda es veneno.

A veces, lo que permanece —aunque duela—

es lo que nos permite nombrar, resistir, escribir.

Esta obra no busca cerrar la herida.

Busca que la herida hable.

Y en ese hablar,

el cuerpo se afirma.


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

 

domingo, 31 de agosto de 2025

¿QUÉ NO SE HA DICHO? ©

 ¿QUÉ NO SE HA DICHO?

© Todos los derechos reservados


Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares

País: Venezuela

Tema: Día Internacional contra los Ensayos Nucleares



¿Qué no se ha dicho?

Ni la explosión ciega,

ni el grito que desgarra la materia.

Se calló el eco en la razón,

persiste la sombra

que nos acecha por dentro.


No es el hongo de fuego en el cielo,

es la espora en la médula del mundo.

Invisible, cotidiana, aprendida:

el miedo que se sirve en la mesa.


No se ha dicho el precio de la calma,

esta paz que se abraza al abismo,

el pacto tácito que el miedo embalsama:

suicidio colectivo, un espejismo.


Hemos normalizado el fin del mundo,

lo volvimos un rumor en la radio,

una estadística, un sueño moribundo,

mientras la muerte baila en el horario.


¿Quién hablará del alma que se encoge

ante el poder que pudre la esperanza?

Del futuro que el presente deshoja,

del "después" que perdió su confianza.


No se ha dicho la complicidad del aire

que respiramos, denso de ironía;

cómo un gesto sin alma, arbitrario,

puede borrar la luz de cada día.


América Latina no necesita submarinos,

necesita raíces, cantos, memoria.

El Tratado no es papel, es territorio,

es cuerpo, es tierra, es promesa viva.


Hoy, al filo del abismo,

alzo el vuelo no con un grito,

sino con semillas.

Mi voz no es estruendo,

es un anhelo

para sembrar grietas en pesadillas.


Se omite el peso de la heréncia,

la carga que legamos en silencio:

un planeta que guarda la demencia

de una especie que optó por el veneno.


El miedo no es la ráfaga que pasa,

es el frío que anida en la médula,

la conciencia que se quiebra y se abrasa

negando la grieta, la última cédula.


Que este lamento remueva el simiente:

el horror no es la bomba, es el olvido

de que somos el fuego y el firmamento,

y que el poder de elegir no ha huido.


El verdadero ensayo es el que hacemos

al despertar, en el alma, cada instante.

¿Seguiremos ciegos,

o al fin seremos

la paz que no se espera,

sino se planta?


Y si el diablo susurra “esto es normal”,

que el poema despierte la carne,

que el cuerpo entero se erice y grite:

¡No en mi nombre!

¡No en nuestra carne!




lunes, 25 de agosto de 2025

No Me Nombras, Pero Me Gritas

 No Me Nombras, Pero Me Gritas  

Poema-respuesta para quien confunde el reflejo con el enemigo  

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares

D/R.



No te escribí.  

No te nombré.  

Pero te leíste en mi herida,  

como quien se mira en un charco  

y culpa al agua por su rostro.


No fui yo quien te expulsó.  

Fue tu eco.  

Tu forma de entrar a los poemas  

como si fueran vitrinas  

y no refugios.


Me llamaste mala  

porque no entendiste el temblor.  

Me acusaste de atea,  

como si la fe fuera un arma  

y no un silencio compartido.


Yo no compito.  

No pongo zancadillas.  

Escribo desde el derrumbe.  

Y si eso te incomoda,  

no es por mí:  

es porque tus cimientos tiemblan.


No me duele tu insulto.  

Me duele que escribas tan bello  

y vivas tan lejos de tus versos.


No me asusta tu juicio.  

Me asusta que creas  

que la poesía es un podio  

y no una sala de espera,  

para quienes aún no saben  

cómo nombrar el dolor sin herir.


Yo sigo.  

Con mis huesos contados,  

con mi silencio intacto,  

con mi espejo sin retoques.


Porque si mi ser es fractura,  

mi palabra es puente.  

Y tú, que me leíste sin querer,  

ya cruzaste.



sábado, 16 de agosto de 2025

QUÉ PARTE DE MÍ LEYÓ EL DEMONIO?


¿Qué parte de mí leyó el demonio?

¿Dónde empieza el miedo  
cuando el libro se abre?  
¿En la página o en el pecho?  
¿En la letra que no sale  
o en la mirada que espera  
como quien castiga sin tocar?

Mi angelito, decía la portada,  
con dibujos que parecían rezar.  
Pero yo no rezaba.  
Yo me preparaba.

¿Puede un libro tener dientes?  
¿Puede la promesa suave tener filo?  
Cada tarde, a las tres,  
el conjuro comenzaba:  
la “r” se volvía trampa,  
la lengua, traición,  
y el cuerpo, altar del error.

El miedo no gritaba.  
Se instalaba en el estómago  
como un huésped educado  
que no pide nada  
pero lo consume todo.

¿Quién decidió que aprender dolía?  
¿Quién convirtió la lectura  
en ceremonia de juicio?

La silla sabía.  
La pared marfil también.  
Ambas me sostenían  
como quien acompaña  
sin intervenir.

Yo era niña,  
pero ya sabía leer el peligro  
en el silencio entre palabras.

¿Y si el demonio no era invocado,  
sino enseñado?  
¿Y si el libro no era objeto,  
sino espejo  
de una pedagogía que castiga  
cuando el cuerpo no obedece?

Hoy lo abro de nuevo,  
no para repetir el conjuro,  
sino para preguntarle:

¿Qué parte de mí leíste mal?  
¿Por qué tu caricia fingida me dolía?  
¿Y por qué, aún hoy,  
mi cuerpo recuerda  
cada página como si fuera piel?

Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos reservados 


 

domingo, 10 de agosto de 2025

MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA

 

Pintura de Salvador Dalí

Mi Silencio No Es Tu Victoria

Poema-testimonio de una sala que no fue sala  

Por Norma Cecilia Acosta Manzanares


Este poema no se escribió para ser leído.  

Se escribió para ser escuchado por quienes convierten el silencio en castigo.  

Por quienes creen que callar es ceder.  

Por quienes aún no entienden  

que la dignidad no se negocia.


Aquí no hay metáforas decorativas.  

Hay grietas.  

Hay puentes.  

Hay piedras que no se pueden barrer.


Este poema es una réplica.  

Una que no grita,  

pero tampoco se calla.





MI SILENCIO NO ES TU VICTORIA. © agosto 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 



La sala no era sala.  

Era ceremonia de cuchillos.  

Jaula de espejos deformes  

donde las palabras rebotaban  

y se convertían en otras.  


Él golpeó la mesa.  

Cortó el aire con su mano.  

Silencio, dijo.  

Y su silencio fue un muro.  


Yo hablé.  

Mis palabras eran piedras.  

Él las recogió, las examinó,  

y las tiró al suelo.  

Mentira, dijo.  

Revisa tus archivos  

antes de manchar mi nombre.  


Ellos rieron.  

Sus voces tejían una red  

donde la responsabilidad  

siempre era araña ajena.  

En mi viejo ordenador tal vez…  

No recuerdo esa norma…  

No estaba en la reunión…  


Yo hablé.  

Mis palabras eran puentes  

hacia otras voces ahogadas.  

Él las quemó.  

Herejía, dijo.  


Yo escribí.  

Mis palabras eran grietas  

en el muro de su silencio.  

Él las tapó.  

Olvido, dijo.  


Pero el eco de mi voz  

persiste en las grietas.  

Mi silencio no es tu victoria.  




sábado, 9 de agosto de 2025

La Rosa Que No Se Abre

 





La Rosa Que No Se Abre. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 



Me pregunto  

cómo sería el abrazo palpable de tu salinidad.  

Esas aguas densas,  

alzando mi cuerpo  

como si fueran manos.  

Manos que no juzgan.  

Solo sostienen.


Escucho.  

Indago ese mar sin vida aparente.  

Dicen que ahora vive.  

¿Peces?  

¿Verde?  

¿Milagro?


Como la rosa de Jericó.  

Seca, cerrada,  

pero viva.  

Dicen que se abre cuando el agua la toca.  

Pero esta no.  

Esta no se abre.


No camina,  

no navega,  

no se deja llevar.


¿Y tú, mar?  

¿A dónde va la rosa que decide quedarse cerrada?  

¿Será que no quiere navegar?


Yo también fui corteza.  

Fui silencio.  

Fui espera.  

No pedí agua.  

Y cuando llegó,  

la miré.  

Pero no me abrí.


No por miedo.  

No por orgullo.  

Sino porque también hay vida  

en la forma que resiste.


Hay algo que tiembla.  

Algo que se queda.  

Algo que flota…  

como si el mar también supiera  

que no todo lo que toca  

debe abrirse.


viernes, 1 de agosto de 2025

El Espejo de Velázquez



 EL ESPEJO DE VELÁZQUEZ © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados.


Velázquez lo sabía:  

el rostro en el espejo fue la primera mentira hermosa de la historia.


Velázquez pintó nalgas de seda al sol,  

espalda curvada en óleo, eterno arrebol.  

Cupido sostiene un espejo empañado:  

¿es niebla su rostro… o un reflejo trucado?


Ese reflejo borroso —mentira barroca—  

hoy es imagen torcida en pantalla loca.  

Lo que el maestro trazó con huella sutil,  

ahora lo borra un botón infantil.


Cupido, niño-dios de mirada rendida,  

hoy sirve a redes que adoran la mentira.  

Su espejo ya no engaña con niebla de aceite:  

es un lente sin alma que pudre el deleite.


Subimos espaldas, perfiles de cristal,  

buscando en aplausos un amor vertical.  

Pero el alma desnuda —como Venus en su lecho—  

pide un espejo honesto, no un sueño deshecho.


La nuca verdadera, la carne sin disfraz,  

lo único sincero en el lienzo fugaz,  

también se esconde tras gestos fingidos:  

¿dónde quedó la piel sin artificios vendidos?


Busca el amor donde el espejo no mienta,  

donde Cupido sea niño y no red violenta.  

Porque la Venus desnuda —fiel a su verdad—  

no necesita retoques: grita su identidad.




sábado, 21 de junio de 2025

La Pausa Que Habita

   





Título: La Pausa Que Habita. © 2025 [Norma Cecilia Acosta Manzanares]. Todos los derechos reservados. 




El agua cae  

sin tregua  

como si supiera  


yo no le tengo miedo al agua  


pero sí a ese instante  

en que todo lo que callé  

se disuelve con el vapor  


  


mi cabello  

plateado  

mojado  

es la única prueba  

de que sigo estando aquí  


pegado a mi espalda  

como si se aferrara  

a no soltarse de mí  


  


no lloro  

no  

no oficialmente  


pero se siente  

la lágrima escondida  

el temblor que no pide permiso  

la mueca que no logro contener  


mi rostro delata  

lo que mi voz no puede nombrar  


  


mi cuello arde  

no por fuera  

sino adentro  


una lava que no grita  

pero atraviesa  

grieta por grieta  

como si mis vértebras  

fueran cicatrices antiguas  


  


soy  

esta fisura que respira  

esta mujer  

que carga la premenopausia  

como si fuera  

una guerra no declarada  


  


mi cuerpo se sacude en silencio  

nadie lo nota  

pero yo sí  


yo lo siento  

en cada esquina de mí  

en cada respiro con sabor a recuerdo  


  


el agua cae  

y no limpia  

revela  


me deja a solas  

con la pausa  

la que habita  

la que soy  


  


y aunque nadie escuche  

aunque nadie mire  


aquí estoy  


ardiendo  


sin desaparecer.


20 Formas de Amar y una Mosca Zumbando.

  La Necesidad de Nombrar lo que Queda. Este compendio de poemas no es un libro sobre el amor. Es una revisión honesta y cruda de lo que que...