jueves, 9 de septiembre de 2021

Oración con las Manos Vacías

Oración con las Manos Vacías


No rezo.

Las palabras sagradas se me quedaron

en el fondo del vaso donde bebí el miedo.

Ahora solo me quedan

estas manos vacías

y el fantasma de la niña que fui

antes de que me enseñaran

a medir el mundo por el peso del acero.


¿A qué santo recurro?

¿A qué dios pido clemencia?

Todos se han dormido

en sus altares de yeso.

Solo me responde el eco

de mi propia respiración:

un mantra roto

que se repite en la oscuridad.


Amén es el sonido

de un pulmón que se expande

a pesar de todo.

Es el acto más íntimo de desafío:

seguir tomando aire

en un mundo que preferiría

el silencio de los sumisos.


Respirar es recordar

que mi cuerpo aún es mío.

Que esta carne—marcada, cansada—

aún alberga la semilla

de la que nací:

la que no sabe de guerras,

la que solo conoce

el lenguaje del sol en la piel

y la terquedad de las raíces.


La verdadera rebelión

nace aquí:

en este rincón oscuro del pecho

donde aún guardo

el nombre verdadero de las cosas.

Donde el miedo no ha logrado

borrar el mapa de mis sueños.


Amén. Amén. Amén.

No es una plegaria—

es un recordatorio:

mientras haya aliento,

hay posibilidad.

Mientras estas manos

se acuerden de su vacío,

tendrán la libertad

de llenarse de futuro.



Nota:

Esta no es una oración de fe,

sino de memoria.

No pido—recuerdo.

No ruego—reafirmo.

La santidad no está en los cielos,

sino en este cuerpo herido

que se niega a dejar de latir.

La paz no se mendiga—

se exhala.


Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares.

Derechos Reservados de Autor.

domingo, 6 de junio de 2021

¿Qué Siento?

¿Qué siento? A veces, sentada en cualquier parte, el mundo se pliega en sí mismo. Las rejas no son rejas, los árboles no tienen raíces, las nubes, una colección de voces ahogadas. El vacío no es un monstruo. Es un arquitecto. Construye pasillos sin salida en mi mente. Escribo, pero no para luchar. Escribo para excavar. Cada palabra, un pico contra la piedra, cada línea, una grieta en la pared. Busco algo que ceda, algo que se derrumbe. El silencio no es una sinfonía, es un espejo sin reflejo. Un eco que nunca responde. ¿O tal vez sí? Muevo las palabras, las dejo caer, las observo abrirse como grietas en el tiempo. Nada desaparece, nada se borra, solo cambia de forma. Mi voz emerge, pero no como un fénix, ni como un guerrero. Surge como agua filtrándose en la piedra. Lenta, constante, inevitable. El vacío no se vence. Se transforma. Autor: Norma Cecilia Acosta Manzanares Todos los Derechos Reservados.

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