Tratado de Sombras
Firmamos la paz con tinta invisible.
Cada firma es una cicatriz que niega el olvido.
¿Cómo curar lo que no se nombra?
El papel sangra entre líneas,
y la historia se escribe con las manos atadas.
Este tratado no está en los archivos oficiales—
vive en los pliegues de la memoria,
en el eco de las palabras no dichas,
en el polvo que cubre los nombres
que nadie se atreve a pronunciar.
Cicatriz no es sinónimo de cura:
es la frontera entre el dolor y el silencio,
la línea que une y separa
lo que fuimos y lo que pretendemos ser.
La tinta invisible no borra la herida—
la hace respirable,
la convierte en un fantasma familiar
que camina a nuestro lado
sin hacer ruido.
¿Cómo sanar lo que no existe en el papel?
Tal vez la respuesta no está en firmar,
sino en dejar que la herida hable
con su lenguaje de sombras y ausencias.
El verdadero tratado no se escribe:
se teje con los hilos rotos
de lo que nunca podrá repararse
pero puede, al menos,
dejar de sangrar en secreto.
—
Nota:
Este poema cuestiona la paz construida sobre el silencio.
Las cicatrices no son prueba de curación, sino de supervivencia.
La "tinta invisible" es la metáfora de los acuerdos no dichos,
las verdades enterradas bajo el discurso oficial.
La paz auténtica no niega las heridas:
les da un lenguaje para que dejen de sangrar en soledad.
Autora: Norma Cecilia Acosta Manzanares.
Derechos Reservados de Autor.
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